La falta de adecuada preparación puede dejar temblando a los expertos en seguridad, pero ante un panorama de baja remuneración y alto riesgo, la única opción para muchos periodistas en zonas de conflicto es aprender sobre la marcha.
El Estado Islámico, Boko Haram y los carteles del narcotráfico mexicanos graban en video sus propios actos de violencia, lo cual supone un dilema para los medios.
El auge de los grupos de extrema derecha en todo el continente ha conllevado a ataques contra periodistas –y a un intenso debate en la profesión periodística sobre cómo informar sobre los partidos políticos nacionalistas–.
Ante la falta de estado de derecho en Paraguay, un periodista tiene su propio escuadrón de seguridad para rechazar los ataques de los contrabandistas y los sicarios de políticos corruptos.
Mientras Estados Unidos ratifica que concede más valor a la libertad de expresión que a la privacidad, Europa se inclina en la dirección contraria.
Ejercer el periodismo donde la violencia es endémica deja un fuerte saldo sicológico en los periodistas y sus familias, y dificulta la capacidad de informar.
Solamente con experticia, práctica y costosas herramientas los medios pueden proteger a sus fuentes en la era digital. Los periodistas ahora compiten con los espías y los espías cuentan con la ventaja de jugar en casa.