Por Mike O’Connor/Representante del CPJ en México
Al principio no resulta tan evidente. No con la gente moviéndose normalmente en las calles y la música alegre sonando fuerte en la plaza frente del ayuntamiento para anunciar el tradicional desfile anual. No, a primera vista Nuevo Laredo parece ser una ciudad fronteriza normal, hasta que el vehículo blindado del ejército aparece a una cuadra de distancia y gira su ametralladora pesada hacia la plaza. ¿Los soldados lo hacen sólo por curiosidad? ¿O ven algo a quien disparar? Si disparan, ¿quien va a recibir los balazos? Luego irrumpen otras imágenes, como las cuadras de negocios abandonados, donde sólo los locales cerrados recientemente tienen avisos de venta. Los dueños de los negocios más antiguos y más ruinosos ya perdieron incluso esa esperanza.
Los turistas estadounidenses que eran tan importantes para el negocio ya no llegan porque es demasiado peligroso. La vendedora de una joyería casi vacía indicó: “Hemos aprendido a vivir en una guerra. Pero es como que nadie está de nuestro lado”. Sólo quiso dar su nombre, Amalia. Tenía miedo de ser entrevistada porque el narcotráfico podría estar mirando. Tiene vigías en todos lados, indicó. Así que cuando hablaba de un tema tan peligroso como su seguridad, miró al suelo. La gente local indicó que antes la policía trabajaba para el cartel, pero que en junio el alcalde disolvió la fuerza porque estaba totalmente corrompida por el cartel de los Zetas. En noviembre, funcionarios indicaron que una cuarta parte de la policía estatal -unos 2.500 policías- habían sido despedidos por reprobar o negarse a tomar pruebas de evaluación.
El ejército y la policía federal llegaron a Nuevo Laredo para reemplazar a la policía local. Pero los residentes afirman que no son muchos, sólo patrullan y no investigan crímenes. “Si alguien mata a mi madre o roba mi negocio quizás harán un informe, pero nada más”, señaló Amalia.
La guerra se libra entre la policía federal y el ejército por un lado, y los Zetas por el otro. Pero los hombres armados que controlan esta ciudad son los Zetas, según indicaron habitantes de la ciudad al CPJ. El ejército combate a los narcotraficantes mientras los ciudadanos corren a refugiarse. Y los Zetas, utilizando amenazas de muerte que a menudo son llevadas a cabo, consiguen lo que quieren de la gente, aseguraron los residentes.
Las guerras son extrañas. Y he cubierto varias. Una ciudad en tiempos de guerra puede parecer bastante normal a primera vista. La ciudad de Naplusa en Cisjordania, sometida por las armas del ejército israelí, se mostraba hiperactiva sin preocupación aparente. Los israelíes en Jerusalén Oeste, mientras eran amenazados por los terroristas suicidas palestinos, tomaban buses llenos de gente y comían en cafés al aire libre. Durante el sitio sangriento en Sarajevo, la gente estaba orgullosa de fingir no darse cuenta, incluso cuando el número de muertos era elevado. Y Nuevo Laredo iba a tener su tradicional desfile anual, aún si la gente vivía mirando al suelo, como Amalia. Así es esta guerra, con los dos lados armados luchando, y los ciudadanos escondiéndose y muriendo con ellos, según indicaron los reporteros locales.
Es un mundo bajo el dominio de los Zetas, señalaron los residentes locales. El cartel envía drogas hacia el norte para cruzar la frontera. Nuevo Laredo está conectado con Texas por cuatro puentes que cruzan el Río Grande, tres en la ciudad y uno cerca. Esta ciudad se encuentra al extremo norte de una de las carreteras más importantes de México y al extremo sur de una de las entradas principales a México desde los Estados Unidos. Según informó la Fundación de Desarrollo de Laredo, un grupo empresarial del lado texano, es el cruce más activo de toda la frontera estadounidense-mexicana. El año pasado un promedio de 8 mil camiones cruzaron los puentes por día, según informó el Centro de Texas para el Desarrollo Económico y Empresarial de la Frontera. Las drogas van hacia el norte, y las armas y el dinero van al sur para los Zetas.
El cartel de los Zetas es el único grupo que vende drogas en esta ciudad fronteriza de unos 360 mil habitantes. Son los únicos que abiertamente roban, extorsionan y secuestran. Y con grandes ganancias, indicaron periodistas, porque las víctimas están aterrorizadas y todas las operaciones pertenecen a los Zetas. Los secuestros y las extorsiones tienen estrecha relación con los negocios abandonados, indicaron los residentes, porque los dueños ya no pueden pagar los sobornos.
Parece que toda la información sobre la guerra pertenece a los Zetas también. Los periodistas indicaron que si se informa algo que puede molestar a los Zetas se corre el riesgo de ser asesinado. Como los Zetas no quieren información sobre ellos, los periodistas no publican nada. Ni en los diarios, ni en la televisión o en la radio.
Por lo tanto, casi no hay información sobre lo que más afecta a la gente de Nuevo Laredo. No hay artículos sobre la guerra, los Zetas, el ejército o la policía. Tampoco hay informes sobre sus negocios de narcotráfico, secuestro o extorsión, según informaron los periodistas.
En otras regiones de México, donde el crimen organizado también tiene asfixiada a la prensa, los periodistas con frecuencia pueden confiar en obtener algún dato -quizás no algo preciso, pero algo- de la policía, el gobierno local o el ejército. Generalmente pueden obtener alguna declaración con algún detalle aunque sea confuso. Un pronunciamiento oficial les permite publicar por lo menos lo que dice el gobierno. Y por lo general, eso no les molesta demasiado a los criminales. (Muchas veces incluso controlan a la policía o al organismo gubernamental que emite el pronunciamiento). Pero en general en Nuevo Laredo, según indicaron periodistas, el gobierno ni siquiera emite comunicados o devuelve las llamadas de los reporteros. Entonces sin una declaración oficial, y con miedo de ofender a los Zetas, los periodistas no dicen nada.
Un sábado reciente a las 10:41 de la mañana, Jaime Orozco llegó a la pequeña grada en la puerta de un restaurante en el centro de Nuevo Laredo y se detuvo en su silla de ruedas. Un amigo le ayudó a llegar a la mesa donde se reunieron periodistas y pidió huevos a la mexicana, con cebollas picadas y tomates. Cuando le pregunté por las presiones sobre periodistas en la ciudad para ocultar la verdad, indicó: “Cualquier persona que se atreve a publicar o difundir la verdad sobre los carteles o la lucha contra los carteles es una persona condenada”. Como si el juicio de un hombre que resultó paralizado cinco años atrás luego de un ataque con granadas y fusiles de asalto contra el principal diario de la ciudad necesitara más énfasis, otros dos reporteros gesticularon ambos con sus dedos como si fueran a ser degollados. Como una medida del miedo que tiene la gente aquí, ninguno de los 12 periodistas con quiénes hablé querían utilizar sus nombres, a excepción de Orozco. De los 7 residentes con quien hablé, solo Amalia, de la joyería, me dio su nombre, y tengo duda que sea el verdadero.
Los móviles del ataque contra el diario de Orozco, El Mañana, nunca quedaron claros, señaló Orozco. La ausencia de una investigación efectiva hizo que el asunto aún fuera más siniestro y el impacto mayor porque nadie sabía cómo evitar otro ataque. “Si no se sabe que es lo que no se puede hacer, no se hace nada”, indicó Orozco.
Orozco fue baleado en febrero de 2006. Dos meses después, Dolores García Escamilla, reportera de una emisora que cubría la fuente policíaca, fue asesinada frente a su radio. Reporteros de Nuevo Laredo indicaron que ninguno de los ataques ha sido esclarecido. Orozco señaló que la prensa de la ciudad fue intimidada antes de los ataques pero que después la cobertura de noticias sobre crimen se redujo en forma considerable. En la actualidad, esos periodistas que cubren la fuente policíaca se limitan a informar sobre peleas en bares, apuñalamientos, accidentes de tráfico, u otros incidentes menores que producen buenas fotos, pero nada que amenaza en ir más allá de la calle.
Cuando García Escamilla fue asesinada, el cartel del Golfo dominaba Nuevo Laredo y los Zetas fueron su brazo armado y leal. Pero los Zetas se alejaron, primero manejaron sus propias redes de contrabando y delincuencia, según informó un alto funcionario estadounidense, y después intentaron dominar el estado de Tamaulipas, así como territorios amplios en distintas zonas de México. A principios de 2010 se registraron en Tamaulipas intensos tiroteos, a veces a diario, a menudo en las grandes ciudades. Pero los dos grandes carteles casi nunca permitieron que la prensa cubriera los enfrentamientos, según afirmaron los periodistas. Actualmente existe una pausa o quizás la lucha ha terminado. Nuevo Laredo está bajo el control de los Zetas, y los Zetas siempre fueron conocidos por ser más violentos y tener menos tolerancia para la prensa que el cartel del Golfo, según informaron reporteros locales. Eso significaba que aunque la situación había sido muy difícil, se puso mucho peor, según los periodistas. Ahora no hay espacio para moverse o cometer errores.
En este contexto de vacío informativo, empezando unos dos años atrás, la gente común comenzó a aportar noticias por cuenta propia, señalaron los reporteros. El intercambio comenzó como series de llamadas en las que amigos y familiares se advertían sobre rumores de tiroteos cerca a las escuelas. En general, indicaron periodistas, los rumores eran equivocados. La gente entraba en pánico y corría a sacar a sus hijos de las escuelas por estas falsas alarmas. Pero el hecho de que muchos tiroteos reales entre el ejército y los Zetas nunca fueron cubiertos por la prensa, preparó a la gente para lo peor. Las “noticias” pronto pasaron a redes sociales como Twitter y Facebook, pero no mejoraron en fiabilidad, informaron periodistas. Sin embargo, señalaron, la gente aprendió a no reaccionar tan rápido. Luego, poco más de un año atrás, según indicaron los periodistas, apareció un sitio web en el que los residentes empezaron a publicar sus advertencias. El sitio se llama Nuevo Laredo en Vivo. En algún momento, probablemente en los últimos meses, el contenido del sitio dejó de consistir sólo en advertencias normales y se convirtió en un medio para denuncias anónimas sobre actividades criminales. A partir de entonces todo cambió y, según los reporteros, el sitio se convirtió en una amenaza para los Zetas. Por ejemplo, la gente tenía miedo de identificarse para informar a las autoridades donde estaban los refugios de los Zetas, lugares donde podrían esconder víctimas de secuestro, vender drogas, o incluso residir. Una publicación anónima en el sitio web de Nuevo Laredo en Vivo parecía, en cambio, algo seguro. En una ciudad donde toda la policía había sido despedida y donde la prensa no puede cumplir con su trabajo, el sitio web se convirtió en un lugar donde los ciudadanos podían informar al ejército y a la policía federal sobre los Zetas.
De hecho, el sitio web tiene la sensación de pertenecer al gobierno federal, y muchos periodistas creen que es así. El sitio tiene los logos y los números de teléfono del ejército, la marina y la policía federal y se solicita expresamente que se informe de supuestas actividades criminales de forma anónima ya sea a través de mensajes de textos, llamadas telefónicas, o correos electrónicos. Sin embargo, nadie con quien hablé pudo afirmar con certeza a quien pertenece el sitio. El Ministerio de Defensa mexicano se negó a comentar sobre si el ejército está involucrado con el sitio web.
Pero si parece estar enfureciendo a los Zetas. El 13 de septiembre, los cuerpos mutilados de un hombre y una mujer colgados de un puente en Nuevo Laredo fueron hallados junto a una nota supuestamente firmada por el cartel de la droga que advertía sobre informar en las redes sociales, según informes de la prensa. Las víctimas no han sido identificadas y no se tiene conocimiento si existe algún vínculo entre ellos y Nuevo Laredo en Vivo, aunque eso puede no resultar importante. Es posible que los Zetas solo quisieran infundir terror al utilizar a las víctimas que asesinaron por otras razones.
Pero luego siguió el próximo paso. El CPJ documentó el primer caso de un reportero asesinado directamente por informar a través de las redes sociales. El 25 de septiembre, el cuerpo decapitado de una mujer fue abandonado en la ciudad fronteriza junto a otra supuesta nota de los narcotraficantes. Su cabeza, en un acto de salvajismo inusual, fue abandonada con auriculares, sobre el teclado de una computadora. El mensaje decía, en una parte, “Ok Nuevo Laredo en vivo y redes sociales, yo soy la nena de Laredo y aquí estoy por mis reportes y los suyos“.
Periodistas locales indicaron que la víctima se llamaba María Elizabeth Macías Castro, de 39 años, quien señalaron ayudaba a moderar el sitio Nuevo Laredo en Vivo usando el sobrenombre LaNenaDLaredo. Agregaron que su familia ha huido a Texas. No pude encontrar a sus familiares para corroborar su asociación con el sitio web y tampoco a nadie asociado con el sitio. Pero como verificación de lo afirmado por los periodistas, el sitio publicó un comentario elogioso sobre ella y ahora tiene un foro bajo su nombre. Varios años atrás, Macías trabajó en El Mañana, el diario donde Orozco resultó paralizado en un ataque, señalaron los periodistas. Añadieron que cuando fue asesinada trabajaba para otro periódico, Primera Hora. En ambos diarios pudo haber escrito algunos artículos en forma esporádica, pero su principal tarea estaba en la parte administrativa, indicaron. Ninguno de los diarios realizó comentarios sobre ella.
Se registró una cuarta muerte. El 9 de noviembre, un individuo no identificado fue abandonado, decapitado, en el mismo lugar donde apareció el cuerpo de Macías. Los periodistas señalaron que otro mensaje supuestamente de los Zetas fue dejado cerca del cuerpo e indicaba que el hombre fue asesinado por publicar en las redes sociales. Nuevo Laredo en Vivo, sin embargo, negó que la víctima fuera colaborador del sitio, según un artículo publicado en el blog Animal Político. En otras palabras, es posible que los Zetas hayan utilizado a una víctima asesinada por otro motivo para infundir temor a los usuarios de Nuevo Laredo en Vivo.
Normalmente los homicidios son investigados por el estado, pero un vocero de la procuraduría estatal de Tamaulipas, Rubén Darío Ríos López, afirmó que no tenía información sobre estos cuatro casos porque habían sido atraídos por la subprocuraduría regional dependiente de la Procuraduría General de la República. López indicó no saber las razones. Un vocero de la subprocuraduría, quien no se identificó, sostuvo que nunca hubo participación federal en las investigaciones. Parece entonces que no existe ninguna investigación.
La prueba ahora consiste en determinar si los asesinatos han difundido temor sobre la gente que publica en forma anónima. ¿Quedará la gente de Nuevo Laredo otra vez sin voz? Por el momento no parece ser el caso. Varios periodistas creen que el ejército podría estar haciendo progresos en su lucha contra los Zetas y que las denuncias de Nuevo Laredo en Vivo podrían estar ayudando. Pero como los periodistas no se atreven siquiera a investigar algo tan básico como si una pista conduce a un arresto, no pueden estar seguros del éxito del ejército, sólo es una opinión. En la actualidad, todavía aparecen informes sobre crimen o hechos sospechosos en Nuevo Laredo en Vivo. Nunca se sabrá si estos asesinatos han disminuido el flujo informativo.