Por Sara Rafsky/Investigadora Asociada del programa de las Américas
“Señor, usted está mintiendo y es un mentiroso”. Con estas palabras, pronunciadas ante una audiencia de unas 150 personas, el presidente ecuatoriano Rafael Correa despejó toda duda sobre si apaciguaría su explosiva retórica frente a la crítica. Sus duras palabras llegaron en respuesta a una pregunta crítica formulada por el coordinador senior del programa de las Américas del CPJ, Carlos Lauría, luego de un discurso en el Foro Mundial de Líderes en la Universidad de Columbia pronunciado el viernes en Nueva York.
La decisión de una universidad prestigiosa de invitar a un presidente, que con frecuencia demanda y ataca a periodistas en discursos televisivos, a debatir sobre el tema “Sociedad Vulnerables: Medios y Democracia en América Latina” generó “cierta controversia”, en las palabras del Presidente de Columbia, Lee Bollinger, en su introducción. La oportunidad del evento fue en particular provocativa ya que el martes un tribunal de apelación ecuatoriano ratificó una sentencia por injurias calumniosas contra el diario El Universo de Guayaquil, en la que el ex editor de opinión y tres directores fueron condenados a tres años de cárcel y millones de dólares en concepto de multas. La demanda, presentada por el presidente, surgió de una dura columna de opinión publicada por el diario en febrero.
Ni Bollinger ni Correa evitaron la polémica en sus discursos, un debate que Correa describió como un “tema caliente”. Si bien Bollinger no criticó al presidente en forma directa, comparó las circunstancias de la demanda con el uso histórico en los Estados Unidos de leyes de sedición contra la prensa y concluyó: “El impulso de prohibir la crítica sobre el gobierno ha sido siempre entendido, más adelante, como una renuncia del compromiso de nuestra sociedad de vivir bajo la razón, enfrentar el disenso con coraje, y ser moderado al abordar la mala conducta”.
Correa no fue nada diplomático en su discurso. En su mensaje de casi una hora que ofreció en inglés, el presidente se mostró, en cambio, combativo, erudito y sarcástico al criticar a la prensa privada a la que acusó de “mentir” y tener una “una falta de amor por la verdad”.
Los mentirosos, al parecer, abundan en la visión de Correa sobre el mundo, así como también los “sicarios de tinta” y los “buitres”, otros términos utilizados por el presidente para describir a los periodistas. Al finalizar el evento, fue claro que el presidente tiene predilección por el teatro político y grandilocuencia que compite con los líderes que admira en la izquierda de América Latina.
La supuesta “mentira” de Lauría fue una referencia al reciente informe del CPJ, en el que la organización reveló que Correa es intolerante ante las críticas en los medios y ha transformado a Ecuador en uno de los países más restrictivos para la prensa en el hemisferio. Al defender sus políticas contra los medios, Correa utilizó la lógica creativa en su discurso. En su razonamiento sobre los castigos en casos de difamación penal, Correa consideró por qué en los Estados Unidos “robar un celular, un auto o una casa es penalizado con prisión, mientras robarle a alguien el honor o su reputación, algo aún más grave, no es castigado con cárcel”. Al profundizar su argumentación, Correa ofreció la mejor cita del día: “Estados Unidos es un país muy interesante… Se puede insultar al presidente y no pasa nada, pero si se trata mal al perro, se va a la cárcel”.
En un tema que fue común denominador durante su discurso, Correa buscó presentar el debate como un choque de culturas, o peor, un producto de tendencias “egocéntricas” o “neocolonialismo”, afirmando que “en la mayoría de los países de América Latina, la injuria es penalizada con prisión”.
Pero, de hecho, el CPJ ha documentado un consenso emergente en la región que sostiene que las leyes civiles proporcionan una reparación adecuada en casos de supuesta difamación, con Costa Rica, Argentina, Brasil y México como ejemplos recientes. En otra justificación inesperada, el presidente citó un artículo de la Convención Americana sobre Derechos Humanos del Pacto de San José de Costa Rica que dice “nadie puede ser objeto de injerencias arbitrarias o abusivas en su vida privada, en la de su familia, en su domicilio o en su correspondencia, ni de ataques ilegales a su honra o reputación” como evidencia que los funcionarios públicos tienen el derecho de defender su honor. Sin embargo, el presidente ignoró que existe un cuerpo creciente de opiniones legales internacionales, incluyendo la de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en el sentido que los funcionarios públicos no deben ser resguardados del escrutinio público.
Correa agregó que si sólo la gente que no intenta proteger su honor se presentara a una elección entonces “sólo la peor gente, la que no tiene nada que perder, se presentaría”.
El principal argumento del presidente pareció basarse en su creencia de que por informar en forma crítica sobre asuntos de gobierno los medios buscan convertirse en un “actor político” y “remplazar el estado de derecho con un régimen de opinión”. Presentó su punto de vista en el contexto histórico de América Latina, en el que los propietarios de los medios pertenecían a familias de elite que en el pasado han apoyado golpes militares. Pero la furia de Correa sobre los comentarios negativos de la prensa sobre decisiones judiciales y su cuestionamiento de la idea misma del “cuarto poder” reveló un desprecio más profundo de los medios que supera las circunstancias históricas.