Por Carlos Lauría y María Salazar-Ferro
La defensora cubana de los derechos humanos, Laura Pollán, quien murió el viernes a causa de complicaciones respiratorias en un hospital de La Habana, luchó una monumental batalla contra el gobierno cubano casi durante una década. Pollán, de 63 años, deja atrás a su marido, el periodista reconocido por su trayectoria Héctor Maseda Gutiérrez, y a una hija. También deja un legado de determinación, coraje y creatividad. Su fuerte creencia en la justicia fue finalmente premiada cuando decenas de periodistas y disidentes injustamente encarcelados, incluyendo a su marido, fueron liberados de prisión en los últimos dos años, en buena parte debido a sus esfuerzos.
Pollán fue maestra de español quien no enseñó durante años porque el gobierno cubano le hizo un vacío por su activismo en defensa de los derechos humanos. En 2003, comenzó a protestar con un número de mujeres cubanas cuyos esposos, hijos y hermanos habían sido arrestados durante la embestida del gobierno contra la disidencia y la prensa independiente, conocida como la Primavera Negra. El grupo se formó para obtener información de parte de las autoridades cubanas sobre el encarcelamiento de los 75 disidentes acusados de delitos contra el estado. (Maseda Gutiérrez, arrestado en el segundo día de la embestida, fue sentenciado a 20 años de prisión en 2003).
Pero con tantos periodistas independientes y disidentes en la cárcel, el grupo de Pollán pronto se convirtió en una fuerza en sí mismo. Inspirado por las Madres de Plaza de Mayo de Argentina, quienes llamaron la atención sobre familiares que habían desaparecido durante el régimen militar, las Damas de Blanco realizaban protestas públicas semanales para exigir al gobierno cubano la liberación de los presos políticos. Cada domingo, las damas marchaban desde la Iglesia de Santa Rita hasta la Quinta avenida de La Habana, vestidas de blanco de la cabeza a los pies, con gladiolos rosas en sus manos. Con frecuencia, eran hostigadas y en ocasiones maltratadas y detenidas. Pero nunca cejaron en su lucha.
Casi desde su origen, Pollán se convirtió en la vocera del grupo, y su pequeña casa en La Habana Vieja en la sede de las damas. Cada miércoles por la tarde, las damas se encontrarían para lo que denominaban un encuentro literario. Pero no todas las integrantes podían asistir a las reuniones. Las autoridades cubanas o simpatizantes del gobierno con frecuencia bloqueaban a los miembros del grupo al salir de sus casas o en la entrada del barrio de Pollán. Las reuniones se llevaban a cabo de todas maneras. Las damas que se reunían en el living de la casa de Pollán donde discutían sobre la salud y la situación legal de sus esposos y debatían las próximas jugadas políticas. A menudo tenían que gritar para que sus voces se escucharan sobre la música que los simpatizantes del gobierno ponían afuera de su hogar como una forma de acoso.
La casa de Pollán se transformó en un hostal espontáneo para las damas que vivían fuera de la ciudad mientras visitaban a sus seres queridos encarcelados en La Habana, firmaban papeles legales o atendían las reuniones de los miércoles. La casa también era un centro de información para periodistas y organizaciones de derechos humanos, incluyendo el Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ, por sus siglas en inglés). Cuando había noticias de último momento en Cuba, el teléfono de Pollán estaba siempre al tope de la lista de contactos. Con su voz ronca y su fuerte acento caribeño, Pollán ofrecía los últimos detalles acerca de un arresto, una protesta o la enfermedad de un preso. Y si no tenía la respuesta, Pollán siempre estaba dispuesta a encontrarla incluso a pesar de que los frecuentes sonidos en su línea dejaban en evidencia que su teléfono estaba interceptado.
Durante la etapa en que su esposo y más de dos decenas de periodistas estaban encarcelados, Pollán trabajó junto al CPJ para hacer llegar pequeñas donaciones a las familias de aquellos reporteros que más las necesitaban. Cada mes, nos ayudaba a identificar a periodistas con serias condiciones de salud o familias que no tenían dinero suficiente para visitar a sus seres queridos en prisiones lejanas. Cada año, colaboraba con el CPJ para compilar detalles de las condiciones en las cárceles y nuevos arrestos que nos ayudaron a mantener una idea clara de la represión contra la prensa. El trabajo de Pollán con el Programa de Asistencia del CPJ hizo que el proyecto sobre Cuba fuera uno de los más efectivos.
Pollán se emocionó cuando lo llamamos para comunicarle que su esposo, aún preso en ese entonces, había sido uno de los ganadores del Premio Internacional a la Libertad de Prensa del CPJ en 2008. Pollán afirmó que creía el premio no era solo para Maseda Gutiérrez sino para todos los periodistas que “día a día arriesgan su libertad y hasta sus vidas por dar a conocer lo que acontece en nuestro país dentro y fuera de las prisiones”.
En febrero de este año, luego de siete años en la cárcel, Maseda Gutiérrez fue liberado de prisión y pudo volver a su hogar con su esposa. El periodista figuraba en la lista de 29 reporteros, originalmente encarcelados durante la Primavera Negra, que fueron liberados. Poco después de la liberación de su esposo, Pollán escribió para el Blog del CPJ sobre sus experiencias.
“En ocasiones afirman que Las Damas de Blanco somos mujeres valientes”, escribió Pollán. “Nosotros decimos que no lo somos. Pero el dolor y el amor que experimentamos son tan grandes que nos hizo cruzar, tal vez sin darnos cuenta, la frontera entre el temor y el valor”.