Por Dánae Vílchez
Miguel Ángel Mendoza Urbina, un periodista deportivo con más de 30 años de experiencia, tomó una decisión que cambió su vida el 19 de abril de 2018, cuando las manifestaciones antigobierno estallaron en Nicaragua. Se dio cuenta que no podía simplemente enfocarse en el deporte mientras su país estaba en un lío. Mendoza utilizó sus cuentas de Twitter y Facebook, con un total de seguidores de 144.000, para compartir noticias y servir como una fuente fiable de información.
El trabajo de Mendoza provocó su arresto el 21 de junio de 2021 como parte de una represión más generalizada contra personajes de la oposición y los medios independientes. Acusado de conspiración y diseminación de noticias falsas, fue sentenciado a nueve años de prisión.
Menos de dos años después, el 9 de febrero de 2023, Mendoza fue uno de los prisioneros políticos inesperadamente liberados por las autoridades nicaragüenses, y deportados a Estados Unidos. El grupo entero, el cual incluyó el editor de La Prensa, Juan Lorenzo Holmann Chamorro, y cinco periodistas y trabajadores mediáticos más quienes pidieron mantener el anonimato por razones de proteger la seguridad de sus familias, fueron privados de su ciudadanía nicaragüense.
Mendoza y Holmann hablaron con Dánae Vílchez de CPJ, poco después de su arribo en EEUU, sobre sus penas de prisión y su compromiso continuo con la libertad de prensa en Nicaragua. Mendoza describió su liberación como agridulce, dado que su país sigue siendo “secuestrado”, mientras a él lo han liberado. [Lea la entrevista entera con Holmann aquí.]
La entrevista ha sido editada por longitud y claridad.
¿Puede hablar sobre sus primeras impresiones tras su llegada a Estados Unidos? ¿Cómo se siente?
Me siento extraordinariamente bien. Pasé 598 días en la prisión nicaragüense conocida como ‘El Chipote.’ El estar aquí, aunque ya no somos nicaragüenses, según las autoridades del país, se siente increíble.
Pero la verdad es, que hay cosas tan elementales que uno se acostumbra sentir, que fueron borradas. Cosas tan básicas, como verse a uno mismo en el espejo, peinar su pelo y usar zapatos. Usé zapatos [solamente] cuatro veces en casi 600 días.
Creo que la peor cosa que nos ocurrió allá, fue el estar aislados de nuestras familias. [Tras mi arresto, pasaron] 72 días, antes de que pudiera ver a Margine, mi compañera. Entre agosto y noviembre de 2022, pasaron 90 días sin ver a mi familia. Esa es la cosa más dura, pues no sabíamos qué pasaba con ellos, con nuestra gente.
Yo considero que fui secuestrado. No digo que soy un presidiario, ni un prisionero, ni un detenido. Me secuestraron, porque no me concedieron ni las [protecciones] más básicas del Código Penal de Nicaragua.
¿Ud. tuvo alguna idea en la cárcel, que algo como esta puesta en libertad ocurriría?
Sí, sospechamos que algo se estaba planeando, cuando de pronto nos concedieron visitas más regulares con nuestras familias. Me trajeron mi hija para verme el 7 de diciembre, después de que había demandado reiteradamente verla [durante] un año y medio. Luego nos dieron una visita, [permitiéndonos usar] ropa civil, zapatos y pelo corto, y nos dieron un banquete – pues, comida, comida especial. Las visitas anteriores habían sido muy rígidas. Les obligaban ofensivamente a las mujeres que llegaban, las hermanas, madres o esposas, a desnudarse [para registros], [pero] de pronto, tuvimos visitas más relajadas. Supimos a partir de entonces, que algo ocurría.
¿Nos puede contar lo que ocurrió cuando le llevaron al avión?
Cuando salimos de la prisión esa noche, nos pusieron en un autobús con ventanas tapadas, para que no viéramos las calles de Managua. Firmamos un documento autorizando nuestro viaje a Estados Unidos, lo cual fue el momento en que nosotros [nos dimos cuenta que íbamos para allá]. Les pregunté si ya habían informado a mi familia, pues nos sacaron sin nada, solo un par de pantalones, una camisa y un par de zapatos. Las autoridades inmediatamente nos dijeron que íbamos a Washington.
Fue una celebración. Cuando despegó el avión, cantamos el Himno Nacional de Nicaragua, cantamos algunas canciones [nicaragüenses] y oraciones de los sacerdotes. Fue una celebración, pero a la vez lamentamos que casi 40 rehenes quedaban, entre ellos el valiente Obispo Rolando Álvarez [sentenciado a una pena de 26 años el 10 de febrero, por haber rehusado abordar el vuelo a EEUU]. Para mí, fue agridulce, pues sentí que habíamos sido liberados, pero el país continuaba secuestrado.
¿Qué pasó el día de su arresto?
Ese día, una persona me advirtió a través de un mensaje privado. Él me dijo: te están buscando a ti y a Carlos Fernando Chamorro, quien es otro periodista. No creí ese mensaje. Era alrededor de las 17:00 [5 p.m.] de la tarde del 21 de junio [de 2021]. No tuve la oportunidad de escapar, pues salieron en búsqueda de Carlos, y al no encontrarlo, inmediatamente llegaron por mí. Fui a casa de un amigo. Llegué, y después de cinco minutos, la calle estaba rodeada de patrullas, motocicletas, paramilitares y un policía.
El policía me dijo, “Miguel, salga”. Salí, y me esposaron [y] me metieron en una patrulla. Solo recuerdo el comentario realizado por el chofer, quien fue uno de los testigos en mi juicio. Dijo que yo iba a la cárcel igual que Miguel Mora [un experiodista y ganador del Premio Internacional de Libertad de Prensa de CPJ, quien había sido sentenciado a una pena de 13 años de prisión], por haber sido un ingrato con el comandante [el presidente nicaragüense Daniel Ortega]. Por supuesto, no le dije nada, solamente pensé que no tengo nada que agradecerle a Daniel Ortega. Soy un periodista. Un periodista no le da las gracias a nadie, un periodista simplemente hace su trabajo, y punto. Me trasladaron a la cárcel, como si fuese un narcotraficante peligroso.
¿Cómo se convierte un periodista deportivo, en un periodista político y un comentarista acusado de conspiración?
Había trabajado en el periodismo deportivo por 30 años, pero había añadido un poco de “salsa política” a mis reportajes. Cuando las manifestaciones estallaron en 2018, recuerdo que ingresé a mi página de Facebook. Me di cuenta que mis seguidores me estaban diciendo, “Ud. está hablando del deporte, mientras tanta gente ha sido asesinada, la mayoría de ellos universitarios jóvenes”.
Eso fue, cuando me convencí que era vergonzoso continuar a hablar del deporte, cuando el país se estaba desangrando. Eso fue mi antes y mi después. Empecé a publicar las cosas que estaban ocurriendo.
Quizás tuve una pequeña ventaja, pues trabajaba en lo que en ese tiempo era el canal televisivo más importante del país, y creo que la gente me percibía como una cara conocida, en la cual confiaban [para] las noticias y videos. Yo era el director de un grupo, cuyos corresponsales estaban esparcidos por todo el país.
La increíble frustración del Gobierno, es que los periodistas independientes con solamente un celular y el Internet – no estoy hablando de mi caso – pero todo el periodismo independiente, los derrota en cuanto al [tamaño de la] audiencia.
¿Por qué Ortega desea silenciarle a Ud.?
Precisamente, porque eso es como son los dictadores. Me acusaron de socavar la patria. Es decir, me acusaron de querer dividir el territorio de Nicaragua en dos o cuatro partes, y me acusaron de pertenecer a una pandilla de crimen organizado. Mi abogado inquirió el nombre de la pandilla, y me di cuenta que la pandilla constaba de la Congresista [estadounidense] María Elvira Salazar, el anterior Secretario de Estado [estadounidense] Mike Pompeo y la [antigua] oficial de la ONU en derechos humanos y presidente chilena [Michelle] Bachelet. Yo era miembro de esa pandilla, porque yo los retuiteaban.
Cuando hay una prensa fuerte, como se ha dado en Nicaragua en los años recientes – un periodismo independiente, agresivo, del cual estoy orgulloso de ser miembro – les da miedo. Están desnudos, están expuestos y les gustaría ocultar cosas.
¿Cuáles fueron las condiciones en que le mantuvieron, y cómo afectaron su salud?
Yo soy diabético. Tengo gota. Descubrí [además] que era hipertenso en la cárcel.
Me mantuvieron solo por 313 días en celdas muy pequeñas, con solo un camarote, una cabina de cemento con un pequeño colchón, como si estuvieses durmiendo en el pavimento. No penetra el sol allí. No penetra el aire allí. Es difícil respirar.
No había inodoros. Solo había un pequeño hueco para hacer nuestras necesidades, con un pequeño lavabo, y teníamos que lavarlo. Y eso produce enfermedades. Fue como una feria de insectos en esa pequeña celda. Para el 30 de abril de 2022, me trasladaron a otra celda un poco más grande, con compañeros. Margine, mi compañera, me dijo que me veía [como si hubiese] deteriorado.
Las condiciones carcelarias además te golpeaban. No podía leer nada, excepto las recomendaciones en la etiqueta de la pasta de dientes. No teníamos nada [más] para leer. Sacaban las etiquetas, entonces no podíamos ni siquiera leer la marca de la empresa de agua embotellada. Sacaban las etiquetas con los nombres que nuestras familias escribían, entonces no podíamos ni siquiera leer eso. Yo tenía que calcular la hora, pues nadie usaba relojes. No nos permitían hablar el uno con el otro, de una celda a otra. Era impensable. El primer año fue impensable.
(CPJ le pidió un comentario por correo electrónico a la Vicepresidente de Nicaragua Rosario Murillo sobre las condiciones carcelarias, pero no recibió ninguna respuesta.)
Ud. ha dicho que hubo muchas interrogaciones. ¿Qué le dijeron?
Me dijeron que yo publicaba noticias malas, que yo le estaba haciendo infeliz al pueblo nicaragüense, que hay una diferencia entre noticias buenas y noticias malas, y que yo solo debía reportar cuando publicaban noticias buenas. Les dije, que el periodismo no publica noticias malas o buenas. Los periodistas publicamos noticias. Y punto.
Otro comentario, fue que se acusaba el periodismo en Nicaragua de ser financiado por organizaciones internacionales. Me preguntaron si dichos grupos me [habían] financiado, y les dije que si ellos descubrieran que [dichos grupos] habían pagado mis facturas telefónicas, [o] habían recargado mi celular, o habían pagado mi servicio de Internet, las autoridades me podían condenar, pues ellos [dichos grupos] no me pagaban. Hice todo, con mi propio dinero. Me preguntaron sobre otros colegas [quienes] habían logrado huir al exilio.
¿Qué mensaje le gustaría trasmitir a la comunidad internacional? ¿Qué pueden hacer, las organizaciones como la nuestra?
Creo que ya se está haciendo mucho. Creo que colegas en el exilio en Costa Rica han recibido ayuda, y eso es bueno.
Me siento muy orgulloso de mi profesión. Como le dije a un interrogador, no esperaba que nadie me ayudara. No esperaba que nadie me pagara por mi trabajo. Algunas organizaciones están ayudando mucho a los periodistas. Elegimos una carrera que es pésimamente pagada, y ya nadie hoy en día se convierte en un billonario en una profesión como esta.
Hay periodistas increíbles en Nicaragua con una ética laboral enorme. Han muerto pobres, debido a su carrera elegida. Pero he recibido enorme solidaridad y apoyo en estos días aquí [en EEUU]. Sé que mucha genta sabía de mí, debido a lo que me sucedía, lo cual me hace sentir que valió la pena.
El mío, es solamente un diminuto, diminuto grano de arena en una montaña inmensa de voluntad de mucha gente. Y cuando hablo del periodismo, me siente orgulloso de ser un periodista, y me siento orgulloso del trabajo que se hiso allá en Nicaragua, [trabajo que] todavía se está realizando ahora, desde afuera, pues a la dictadura no le gusta el periodismo.