Por Dánae Vílchez
Juan Lorenzo Holmann Chamorro casi había conciliado el sueño en su celda en la cárcel nicaragüense cuando le entregaron ropa de civil, le transportaron al aeropuerto y le ordenaron firmar un documento escrito a mano en el cual acordaba ser deportado a Estados Unidos.
Holmann, el editor de La Prensa, el periódico más antiguo de Nicaragua, había estado encarcelado desde agosto de 2021. Arrestado durante una represión generalizada contra los medios independientes del país y acusado de lavado de dinero, estaba cumpliendo una pena de nueve años en la prisión infame El Chipote en Nicaragua cuando abordó el vuelo que lo transportaría a Washington, DC.
Junto con el periodista Miguel Mendoza Urbina y cinco periodistas y trabajadores de medios de comunicación que pidieron mantener el anonimato por razones de seguridad, Holmann era uno de los 222 prisioneros políticos liberados y deportados inesperadamente por las autoridades nicaragüenses el 9 de febrero. Él y Mendoza hablaron con Dánae Vílchez de CPJ, sobre su experiencia en la cárcel, su compromiso con la libertad de expresión y sus sentimientos encontrados sobre haber sido obligados a salir de su país.
“No me siento totalmente libre”, afirmó Holmann. “Porque ser libre significaría el poder estar en Nicaragua – eso sería la libertad verdadera”. [Lea la entrevista de Vílchez con Mendoza aquí.]
A continuación, fragmentos de la entrevista, editados por longitud y claridad:
¿Cómo se siente, tras sus primeros días en libertad?
El tener muchos sentimientos encontrados, pareciera ser un cliché, pero extraño profundamente una parte de mi familia. Mi esposa todavía permanece en Nicaragua. Tengo mis hijas aquí, quienes están estudiando en Estados Unidos. Por lo tanto, tuve la sensación de venir a ver mis hijas, pero sin embargo verdaderamente estoy dejando a mi corazón y a mi esposa en Nicaragua.
¿Cómo fue tu último día en la cárcel? ¿Tuviste alguna idea de que algo como esto sucedería?
Mi último día en la cárcel, fue exactamente como todos los demás días, con la misma rutina de levantarme, orar, hacer un poco de ejercicio, comer lo que nos daban y comer un poquito de lo que habían permitido entrar. Lo llaman ‘paquetes’. Los alcaides, definitivamente no sabían absolutamente nada sobre lo que transcurría, ni lo que iba a transcurrir.
Ya empezaba a conciliar el sueño, cuando un guardia llegó. Llamó a uno de mis compañeros de celda, y le ordenó sacarse su uniforme y ponerse esta ropa de civil, y miramos a nuestro otro compañero de celda y [le preguntamos], “¿Qué pasa?” Después de unos minutos, le pregunté [al guardia], “¿Qué pasará conmigo?” “Ahora le darán su ropa”, afirmó el guarda, y nos pusieron en una celda en grupos de tal vez 12 personas. Allí conocimos muchos “hermanos de dolor” [otros prisioneros], quienes no habíamos visto [antes], pues no teníamos manera de comunicarnos entre nosotros. Nos mantuvieron en esa celda durante varias horas.
¿Qué pasó en Nicaragua, antes de abordar el avión a Estados Unidos?
El algún momento, un oficial de alto rango vino y dijo que autobuses venían a cada celda, “pero por favor no me pregunten adónde van, porque aún yo no sé adónde van”.
Salimos [con nuestras manos] en correas plásticas en frente de nosotros, no detrás de nosotros, y nos enfilaron. Yo estaba en la primera fila del autobús, y podía ver a través del parabrisas del autobús, pues las ventanillas laterales estaban tapadas con cortinas. Se me vinieron dos opciones a la mente. Una, que íbamos al juzgado para oír cambios [en nuestras] penas, y la otra, que nos iban a trasladar a otra cárcel. Tomamos una ruta que parecía dirigirse al juzgado. Al pasar frente a las oficinas de La Prensa, sentí inspiración. I me dije a mí mismo, “creo que nos están llevando al aeropuerto”.
Llegamos al aeropuerto, el autobús se detuvo y un oficial abordó el autobús y nos dijo que nos iban a deportar. Nos iban a deportar a Estados Unidos de América, ¿y que si alguien tenía alguna objeción?
[Me obligaron] firmar un documento escrito a mano [que rezaba que yo] acordaba ser deportado a Estados Unidos de América bajo las condiciones de la ley actual. Les pregunté, “¿Cuáles son las condiciones de la ley actual?” Él me dijo, “Ud. firma, o lo saco del autobús”. Eso es coacción, [pero sin embargo] firmé.
Cuando caminaba hacia las personas del Departamento de Estado [de EEUU], [uno de ellos] dijo, “Bienvenido, Juan Lorenzo, te estábamos esperando”. Estaba asombrado, porque él [sabía] mi nombre. La primera cosa que le pregunté [fue si] esto era en serio, y [qué pasaría con] mi esposa. “No se preocupe, veremos eso luego”, me dijeron. “Ellas [sus hijas] te están esperando”. “Muchísimas gracias”, le dije, y entré.
Tenían un recipiente plástico, con una gran cantidad de pasaportes nicaragüenses. “¿Cómo se llama Ud.?” [me preguntaron.] “Juan Lorenzo”. Y entonces la persona dijo, “Bienvenido”, y sacó mi pasaporte, preguntado, “¿Este es el suyo? Pues, entre entonces”. Tomaron mis signos vitales, y otro oficial dijo, “Ud. puede subir”. Dije, “Pues, la escalera a la libertad”, y él dijo, “Sí, esa soy yo”. Aun así, antes de abordar el avión, me di vuelta, y me despedí de Nicaragua, porque no sé cuándo podré regresar”.
El Gobierno nicaragüense afirma que le quitaron su ciudadanía.
Nadie me puede quitar mi ciudadanía nicaragüense. Voy a morir, y continuaré siendo nicaragüense.
Me siento muy agradecido a esta gente [en EEUU], que ha sido tan generosa, primero al aceptarnos, 222 exiliados, aceptarnos y cobijarnos con amabilidad. Acogiéndonos y haciéndonos sentir amados.
No soy la primera persona de mi familia que ha sido desterrado de Nicaragua a lo largo de los 201 años [desde que se independizó de España]; ojalá que nosotros seremos los últimos. Ojalá [que] cuando todo esto se acabe, podremos vivir en Nicaragua en paz y harmonía, y crear una sociedad que todos y todas anhelamos construir.
Le arrestaron poco después de ser nombrado el editor de La Prensa. ¿Alguna vez pensó que acabaría como un preso político en la cárcel, debido a este puesto?
Cuando yo tomé la decisión de asumir ese puesto, fue claro lo que estaba haciendo. No que mi vida corría peligro, sino [que] estaba haciendo algo que me convertiría en un foco de atención. Por supuesto, me tomaron por sorpresa cuando me arrestaron. Ese [fue el] mismo día que publicamos la última edición, [cuando dije] que temporalmente suspenderíamos la edición impresa, [y] continuaríamos nuestro deber y nuestro trabajo a través de la página mediática digital. Creo que al Gobierno no le gustó el hecho de que salimos afirmando que ésta iba a ser la última edición impresa.
Le arrestaron el 14 de agosto de 2021. Cuéntanos qué pasó.
Llegué al trabajo el día [anterior], como todos los días. La policía entró en mi oficina a las 11 a.m., y me dijo, “Deje de hacer todo lo que está haciendo. Cierre su ordenador y suelte su teléfono. Salga. Venga, todos salgan”. Estuvimos allí hasta aproximadamente las 3 a.m. del día 14. Estaban revisando todo, requisando ordenadores, requisando cajas de registros de contabilidad. Llegaron con unos oficiales de la Aduana, para decir que además iban a realizar una investigación sobre el fraude aduanero, lo cual es absurdo porque ellos habían entregado todo lo que recibimos de la Aduana, con la documentación correcta.
Les dije que permitan salir al personal, y todos se fueron, salvo la gente que trabajaba en el departamento de finanzas. Nos quedamos allí, nosotros del departamento de finanzas.
Se decía, que a Ud. le engañaron para que fuera a la cárcel. ¿Qué sucedió?
Finalmente, a aproximadamente las 3 a.m., la policía me dijo que [estaban haciendo los arreglos para] enviar la gente a sus hogares. Me dijeron que yo debería ir al Auxilio Judicial [centro de detención] para firmar unos documentos sobre [su investigación]. Me metí en mi carro con tres policías, y me conduje yo mismo [allá].
Mi esposa, había [rastreado] mi ubicación en su celular, [y] me estaba esperando en el portón. Cuando vio que me estaban llevando allá, muy astutamente me trajo mis medicamentos. Me habían operado del corazón cinco meses [atrás], y ella tuvo la idea brillante de traer todos mis medicamentos en una bolsa. Lo que me sorprendió, fue que ella empezó a discutir con la policía, [afirmando] “No salgo de aquí. Yo lo esperaré por un mes, de ser necesario”. Me esperó durante 545 días.
¿Cómo eran las condiciones carcelarias?
Algunos agentes eran muy tranquilos, mientras que otros eran un poco maleducados. [Si bien] nunca me pegaron, el daño era el perjuicio; su abordaje era intentar hacerte daño psicológico.
Nunca tuvimos acceso a [materiales de] lectura, por ejemplo. Solo nos podíamos comunicar con la persona con la cual compartíamos una celda. Inicialmente, me pusieron en una celda que medía quizás unos cinco metro cuadrados [aproximadamente 54 pies cuadrados]. No contaba con un inodoro. Lo que tenía, era un hueco en el piso que servía de ducha y servía de inodoro, por decirlo así, [y] una lámpara tenue, que nunca apagaban. Había bastante luz para ver, pero no suficiente como para ver claramente.
Era una puerta sellada, con una ventana en medio que abrían solamente para pasarnos comida o medicamentos. No tenía los medicamentos en mi celda, pero me las daban cuando era la hora agendada para tomarlos.
La asistencia médica era deficiente, y no se tomaban los padecimientos en serio. Hubo gente con marcapasos, y hubo gente con problemas serios del pelvis y de la rodilla. Algunas personas sufrían de la diabetes. No nos comunicábamos con nuestras familias. La comunicación era todo para nosotros.
(CPJ le pidió un comentario por correo electrónico a la Vicepresidente de Nicaragua Rosario Murillo sobre las condiciones carcelarias, pero no recibió ninguna respuesta.)
¿Cómo eran los interrogatorios? ¿Qué le preguntaron?
Hubo un periodo, en que me interrogaban dos veces diarias, [cuando] me sacaban a las 11 de la noche y a las 3 de la mañana para preguntarme las mismas preguntas. Cosas absurdas, como el sistema gerencial de La Prensa, lo que éste representaba, cuánto costaban las suscripciones y quiénes eran los miembros de la Junta Directiva. Yo [les] decía, “¿pero por qué me preguntan, si ya saben todo eso?”
La verdad es, que me sentía muy reticente en cuanto a información. Me interrogaron de agosto [2021] hasta febrero del próximo año. Nada [que me preguntaron] fue presentado como pruebas en el juicio.
¿Por qué piensa Ud. que el régimen nicaragüense se dirigió contra La Prensa?
No solo es contra La Prensa. Es contra todo el periodismo independiente. Definitivamente tienen una alergia a la libertad de expresión. Lo hemos visto a lo largo de la historia, [entre] gente que [se comporta como ellos]: la primera cosa que hacen, es atacar el periodismo independiente, atacar las personas que expresan lo que sienten, quienes hacen denuncias, quienes piden justicia.
Salí de la cárcel con una convicción aún más contundente, que necesito continuar luchando por la libertad de expresión. El derecho más importante, es el derecho de vivir, de nacer y de ser. Y el segundo más importante, es el derecho a la libertad de expresión. El primer derecho es inútil, si nos arrebatan el segundo. La libertad de expresión, es el más grande, porque es lo que nos hace lo que somos. La libertad de expresión, implica el derecho de ser educado, el derecho de aprender, de saber y de distinguir.
¿Qué sucederá con La Prensa ahora?
Nada le ha pasado a La Prensa, que no ha ocurrido antes [durante los tiempo de Somoza y de los Sandinistas], y de lo cual no hemos podido alzarnos. La prueba es, que La Prensa está allí informando, siendo una tribuna donde la gente puede expresar sus sentimientos y sus modos de pensar. Siendo la voz, para aquella gente que no tiene voz. Lo hemos hecho en el pasado, lo estamos haciendo ahora y continuaremos haciéndolo.
¿Qué pueden hacer, las organizaciones como la nuestra, y la comunidad internacional?
Deben continuar haciendo lo que han hecho hasta la fecha. No se rinden, no se fatiguen. No solamente para los periodistas nicaragüenses, sino para todo periodista perseguido en cualquier parte del mundo. Continuaremos luchando a favor de los periodistas quienes no se les permite ejercer su derecho de informar.
Cuando experimentamos esa libertad efímera en los años 90 y principios de los 2000, La Prensa denunció los abusos sufridos por otros periodistas en otros lugares. Así es como debemos continuar a hacerlo.