Lizbeth Hernández, periodista freelance radicada en Ciudad de México, documenta el auge del movimiento de protesta femenino contra la violencia de género en el país. Según datos federales del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), los feminicidios alcanzaron máximos históricos en 2019: más de mil mujeres fueron asesinadas por su género, un aumento del 10 % en comparación con las cifras de 2018, de acuerdo con informaciones de prensa. Las denuncias de acoso y agresión sexuales por parte de agentes policiales en ciudades como Ciudad de México y Guadalajara han alimentado la indignación.
En los últimos meses, cubrir tales protestas es cada vez más peligroso, pues la Policía responde con fuerza excesiva, e intimida, acorrala y hostiga a las manifestantes. Con frecuencia, las periodistas que cubren las protestas quedan atrapadas en el medio, incluso cuando se les puede identificar claramente como periodistas, según las versiones de prensa. De acuerdo con varias periodistas que el CPJ ha consultado este año, los agentes policiales muchas veces no distinguen entre periodistas y manifestantes, y en ocasiones las hostigan, intimidan y arrestan arbitrariamente.
Hace poco Hernández sufrió en carne propia esa fuerza excesiva, cuando la Policía la arrestó mientras cubría la ocupación por parte de un colectivo feminista de la sede de la Comisión de Derechos Humanos del Estado de México, en Ecatepec, justo al este de Ciudad de México.
El CPJ conversó con Hernández, quien colabora con varios portales de noticias de Latinoamérica y es cofundadora del medio de prensa feminista Kaja Negra, por vía telefónica en octubre. Se ha editado la entrevista para hacerla más concisa y fácil de comprender.
¿Qué nos puedes decir sobre las recientes protestas contra la violencia de género en México y la respuesta de las autoridades?
Es importante explicar el contexto. Lo que hemos visto en los últimos meses son acciones directas por parte de algunos colectivos feministas en respuesta a la violencia contra la mujer en México. Hay que tener en cuenta que no estamos hablando de todas las participantes en las protestas, sino de algunas de ellas. Han emprendido acciones como rociar con pintura y dañar edificios gubernamentales y monumentos u ocuparlos. Esto comenzó principalmente en agosto del año pasado, después de que hubo tres casos en los cuales se reveló que mujeres habían sufrido violencia sexual a manos de agentes policiales en Ciudad de México. Como respuesta, se organizó el movimiento de protesta “No me cuidan, me violan”. Durante ese mismo mes, manifestantes arrojaron diamantina al entonces secretario de Seguridad Pública, mientras que otras manifestantes rompieron las puertas de la Procuraduría General de Justicia. Desde ese momento, comenzamos a ver más agentes policiales durante las marchas de las mujeres, lo que no había pasado antes.
Estas acciones fijaron la tónica de los acontecimientos posteriores. Por ejemplo, en julio de este año, durante una marcha de protesta después de que el Congreso del estado de Veracruz bloqueara la legalización del aborto, vimos por primera vez que la Policía acorralaba a las manifestantes y las periodistas por igual. Es importante señalar que había una fuerte presencia de policías granaderos, un cuerpo que, según la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, había sido disuelto.
¿Qué tipo de riesgos enfrentan las periodistas durante estas protestas?
Con una mayor presencia policial, las condiciones para las periodistas, particularmente videoperiodistas, han cambiado. Comenzamos a ver que terminábamos en el medio, entre las manifestantes y la Policía. La mayoría de estos colectivos feministas son lo que llamamos “separatistas”, ellos rechazan la presencia de periodistas del género masculino, por eso los únicos periodistas presentes son mujeres. Siempre que hay policías en una protesta, hay tensión. A veces la Policía no distingue entre manifestantes y periodistas, pero muchas veces ni les importa.
Un ejemplo que vi de cerca fue el 11 de septiembre en Ecatepec, estado de México, situado en las afueras de Ciudad de México. Durante la noche, las manifestantes habían ocupado un edificio de la Comisión de Derechos Humanos del Estado de México (CODEM). La protesta era pacífica; el personal de la CODEM había visitado el edificio ocupado y había emitido un comunicado de prensa donde decía que la protesta había sido respetuosa. Cuando estaba allí para escribir un artículo sobre la ocupación, sin embargo, vi cómo un número completamente desproporcionado de agentes policiales había llegado para desalojar violentamente a las manifestantes. Estaba fuera de control; había niños y una embarazada.
Aunque me podían identificar claramente como periodista, me detuvieron, me quitaron el teléfono celular, me empujaron y la Policía me impidió hacer mi trabajo. No les importaba que yo estuviera informando. Me entraron a empujones en un vehículo policial y me llevaron y no me decían adónde íbamos. Me mantuvieron incomunicada y no me decían lo que estaba sucediendo. Nos llevaron a una estación de policía en Azitapán, donde los policías nos insultaron a mí y a otras mujeres. Nos dijeron que éramos “perras” y que estábamos “chingadas ahora”, hablando en tono muy molesto.
Cuando un grupo de mujeres llegaron para pedir nuestra liberación, la Policía las atacó en el estacionamiento con gases lacrimógenos. Cuando me liberaron, traté de salir con un grupo de mujeres periodistas, todas visiblemente identificadas como reporteras. Trataron de asfixiar a una de mis compañeras; golpeaban el auto donde estábamos y le rompieron una ventana.
Nota del editor: El CPJ llamó a las autoridades policiales de Ecatepec y Azitapán, pero nadie contestó.
Y éste no fue el único incidente…
No, es parte de una tendencia. Apenas dos semanas después de los acontecimientos de Ecatepec, el 28 de septiembre, algo similar ocurrió durante una marcha de protesta en Ciudad de México. El Gobierno estatal dijo que un grupo de aproximadamente 30 mujeres estaba cometiendo presuntos actos de vandalismo, pero cuando la Policía apareció, rodearon a cientos de mujeres, con mujeres periodistas entre ellas. Ha habido situaciones similares en Tijuana y Guanajuato.
¿Por qué cree que las autoridades actúan de esta manera?
En Ciudad de México, las autoridades dijeron que trataron de contener la situación, pero en realidad estaban buscando un enfrentamiento. Nunca hay un intento de establecer un diálogo o una conciliación. ¿En qué clase de alternativas están pensando las autoridades, cuando tales situaciones son tan tensas? La pandemia de la COVID-19 no ha frenado la violencia de género, al contrario. La indignación sigue en la agenda, las mujeres se sienten indefensas, entre ellas las que están protestando. La respuesta de la Policía es violenta, lo cual hace más tensa la situación, y lo cual se puede interpretar como una provocación. Nosotras, como periodistas, quedamos atrapadas en el medio mientras tratamos de informar.
Nota del editor: El CPJ llamó a las autoridades policiales de Ciudad de México, pero nadie contestó.
¿Qué deberían hacer las autoridades para mejorar la situación?
No soy una experta en seguridad, pero como periodista y por lo que he visto, diría que las manifestaciones son el resultado de la violencia policial. Si mandas muchos policías, no puedes esperar que las personas sientan que todo está bien. No creo que se haya intentado el diálogo abierto, fuera de unas pocas declaraciones de las autoridades. Deben tratar de entender por qué las personas protestan. Deben buscar alternativas al uso de la Policía. Tratar de acorralar a las manifestantes es una estrategia muy mala. Si eso sigue sucediendo, habrá más enfrentamientos.