Por Lucy Westcott, titular de la beca James W. Foley
En junio de 2016, un atacante aterrorizaba a las mujeres en un sendero de correr de Edmonton, Canadá. A una videoperiodista de una gran cadena televisiva canadiense se le había asignado cubrir la noticia en el turno de noche. Se habían denunciado múltiples agresiones sexuales y el sujeto seguía suelto.
La periodista, quien solicitó el anonimato al CPJ para proteger su seguridad y privacidad, expresó que había quedado sorprendida cuando una editora le asignó la cobertura. No por la cobertura en sí, precisó la periodista, sino por que se esperaba que ella trabajara sola.
“Se lo tuve que repetir y decirle: ‘Déjame aclarar esto. Quieres que yo, una reportera de veinte y tantos años, vaya sola a un sendero de correr, cuando la Policía sabe que un sujeto está agrediendo a mujeres de entre 20 y 30 años, para ver qué imágenes puedo captar en cámara’”, afirmó la periodista en entrevista con el CPJ. Lo que implicaba su jefa, dijo la periodista, era que ella debía ponerse firme u otra persona ocuparía su lugar.
La reportera aceptó la cobertura, pero señaló que la experiencia le había enseñado que algunos de sus editores “no estaban muy al tanto de lo que de veras significaba salir a trabajar sola”.
Siempre habrá noticias peligrosas que cubrir, es lo que hacen los periodistas, pero la experiencia de esta reportera refleja una tendencia: cada vez más los periodistas audiovisuales son enviados al terreno a trabajar solos.
La periodista fue una de 115 periodistas que respondieron a una encuesta del CPJ sobre cuestiones de seguridad respecto a periodistas de sexo femenino y de género no conformista en Estados Unidos y Canadá. La mayoría (85 %) declaró que pensaba que el periodismo se estaba convirtiendo en una profesión menos segura. Respecto a la seguridad, las encuestadas mencionaron como preocupaciones trabajar solas y los comentarios groseros. Varias dijeron que carecían de apoyo o empatía por parte de los editores, quienes parecían tener la actitud de que o hacías el trabajo o te hacías a un lado, sin importar el riesgo.
Sin embargo, cuando se les preguntó a las periodistas audiovisuales cuál era la mayor discrepancia en materia de seguridad, fueron claras: trabajar solas.
“Los videoperiodistas trabajan por su cuenta, sin que nadie los vigile mientras ellos miran a la cámara”, expresó en la encuesta una periodista audiovisual radicada en Halifax, Canadá, quien solicitó el anonimato. “Me han amenazado en la escena de una cobertura, me han seguido y gritado cuando he estado en mi vehículo, que indica que es de la prensa, y he tenido que involucrar a la Policía para impedir que alguien entre en contacto conmigo y les pregunte por mí a mis compañeros”.
En respuesta a los hallazgos de la encuesta, el Departamento de Respuesta ante Emergencias del CPJ ha creado una serie de notas de seguridad para ayudar a las periodistas y sus Redacciones a comprender los riesgos y prepararse mejor para éstos.
‘¿Estás aquí para filmar una escena de sexo?’
La tendencia a enviar a los periodistas solos a las coberturas aumenta los riesgos, según ha constatado el CPJ. Anteriormente, los reporteros solían trabajar con un camarógrafo o con un equipo. En la encuesta, las periodistas dijeron que había un desfase entre lo que los editores de asignación querían y lo que los reporteros a menudo tienen que enfrentar en público. Los presupuestos más limitados, los plazos de entrega más rápidos, y la mayor dependencia de los teléfonos inteligentes para realizar el trabajo significan que se espera y se incentiva que los videoperiodistas trabajen solos.
“En esta época, enviar a alguien solo a alguna parte con equipo periodístico no hace más que alentar a los locos”, declaró en la encuesta Pilar Pedraza, una periodista audiovisual de Kansas con dos décadas de experiencia. “El desfase [está en] el reconocimiento del problema por parte de los directivos, en particular respecto a las mujeres que trabajan como periodistas multimedia”.
“No se trata de que las periodistas sean más débiles, sino de que tienen mayor probabilidad de convertirse en blanco por la manera como funciona nuestra sociedad”, agregó Pedraza.
Varias periodistas expresaron que trabajar solas provocaba que constantemente recibieran comentarios y propuestas sexuales no deseados ni solicitados, acoso que se exacerba cuando se está acompañada de una cámara o cualquier otro equipo de trabajo.
La forma de acoso más común, según una periodista de Iowa e Illinois, es que la gente pregunte si ella vino a filmar una escena de sexo. “¿Eso es algo que otras reporteras escuchan con frecuencia?”, la periodista preguntó en la encuesta. “Estoy sola en todos estos casos. Cuando tenía un equipo periodístico, este tipo de cosas no sucedía”.
Tensiones por las ‘noticias falsas’
Varias periodistas declararon que los mayores riesgos se presentaban cuando daban cobertura a protestas o actos masivos. “Cuando cubrimos una protesta, escuchamos cada vez más la amenaza de que los medios difunden ‘noticias falsas’, y estar sola en una cobertura con una gran multitud no es seguro”, declaró Carly Robinson, videoperiodista canadiense, en una entrevista de seguimiento con el CPJ.
En la encuesta, el 57 % de las periodistas afirmaron que habían enfrentado amenazas con relación a las llamadas “noticias falsas” durante una cobertura, como por ejemplo haber sido acusadas de divulgar “noticias falsas” o haber sido llamadas con ese término.
El peligro de trabajar solas era más aparente en eventos masivos de gran tensión como las protestas, en particular las organizadas por grupos extremistas. En estas situaciones, expresó Robinson, “[Cuando] estás haciendo tu trabajo con la cámara, conforme crece el ánimo contra los medios, la cámara pone un blanco en tu espalda”.
Otras periodistas relataron experiencias similares. La reportera de Edmonton manifestó que ella había sido mencionada por una destacada figura de la derecha canadiense mientras la reportera daba cobertura a un acto a finales de 2016. Las imágenes que ella grabó ese día, las cuales el CPJ pudo ver, muestran a cientos de personas que la rodean y la abuchean y se burlan de ella. “Con solo mirar ese video ahora, me ha subido la adrenalina”, afirmó. “Sin dudas me puse nerviosa”.
La reportera explicó que, al salir de la multitud, se puso audífonos como señal a la multitud de que ella no interactuaría con ellos. Y después, cuando se dispuso a grabar en directo imágenes de la protesta, lo hizo lejos de la multitud.
Lagunas en el entrenamiento en seguridad
Si bien la encuesta halló que los editores eran solidarios cuando una periodista era objeto de acoso, parecía no haber conciencia sobre los riesgos potenciales. Una editora afirmó que le gustaría que hubiera pautas más firmes sobre cómo enfrentar una agresión durante una entrevista, mientras que otras periodistas que contestaron la encuesta señalaron que necesitaban más capacitación para poder apoyar mejor al personal y a los estudiantes.
Los gerentes de protección y los entrenadores especializados en seguridad que trabajan con periodistas comentaron al CPJ que el elevado costo financiero era el principal obstáculo para el entrenamiento en seguridad. Otro desafío era que, para muchos editores, las coberturas nacionales no eran lo suficientemente riesgosas como para merecer entrenamiento especializado o apoyo, expresaron los expertos en seguridad.
“Es un problema que hemos creado, lo que considero una falsa dicotomía entre las zonas de conflicto y todo lo demás, que es [considerado] seguro. Es un modelo obsoleto”, expresó Jason Reich, vicepresidente de seguridad corporativa de The New York Times y exdirector de seguridad global de BuzzFeed.
En lugar del entrenamiento en primeros auxilios y entornos hostiles (Hostile Environment First Aid Training, HEFAT), que prepara a los reporteros internacionales que cubren conflictos para las bombas, las balas y las armas, los directores de medios de Estados Unidos y Canadá necesitan adoptar lo que Reich denomina un “enfoque integral… un entendimiento más lento del riesgo”. Este tipo de entrenamiento se centra en el acoso, cuestiones de seguridad —entre éstas las que enfrentan las mujeres— los disturbios civiles y los desastres naturales. “Me gustaría verlo con mayor frecuencia”, aseguró Reich.
Alison Baskerville, fundadora de ROAAAR, una organización con sede en el Reino Unido que ofrece entrenamiento en seguridad que se centra en la seguridad de las mujeres y la violencia sexual, afirmó que Estados Unidos era “uno de los lugares más peligrosos para trabajar en estos momentos”, particularmente en los estados del Medio Oeste y el Sur. Los riesgos se derivan mayormente de las armas, señaló Baskerville. Los riesgos también se derivan de asistir a actos políticos donde se insta a los participantes a intimidar a los medios, agregó Baskerville, quien ha entrenado en seguridad a fotógrafas estadounidenses.
“Cuando estas mujeres compartían sus experiencias sobre su trabajo en Estados Unidos, yo pensaba ‘¡todas ustedes necesitan entrenamiento!’”, expresó Baskerville. “No hace falta ir al Medio Oriente [para sentir el peligro]”.
Baskerville afirmó que el entrenamiento en primeros auxilios y entornos hostiles puede ser excesivo para las periodistas que trabajan en Estados Unidos. Pero para muchas periodistas que trabajan en Estados Unidos y Canadá, las opciones son o el entrenamiento en primeros auxilios y entornos hostiles, o ningún entrenamiento.
Algunas de las periodistas que respondieron la encuesta dijeron que sus preocupaciones en materia de seguridad se tomaban en serio. Robinson, la videoperiodista canadiense, afirmó que le habían asignado un guardia de seguridad cuando ella fue acosada y atacada en la Internet por su cobertura de una protesta de “chalecos amarillos” en Edmonton, Alberta, en diciembre de 2018. Robinson relató que se habían desatado enfrentamientos, pero cuando los manifestantes le vieron la cámara, le dijeron: “No necesitamos a ningún testigo aquí”.
Robinson contó que los manifestantes la habían empujado y que un sujeto afiliado a un grupo de extrema derecha posteriormente la había amenazado por Internet diciéndole que iría a su oficina. Otras personas hicieron comentarios calumniosos sobre ella en las redes sociales, y tuitearon que ella solicitaba sexo a cambio de entrevistas, afirmó la periodista. Robinson agregó que a un periodista que había cubierto las manifestaciones lo habían dejado tranquilo.
De acuerdo con Robinson, ella le contó a su superior las amenazas que había recibido, y le asignaron un guardia de seguridad durante tres semanas. Su organización de noticias también reevaluó la seguridad de sus instalaciones. Robinson presentó una denuncia ante la Policía, y la unidad del departamento de Policía local especializada en los delitos de odio le dio seguimiento a la situación. Luego le dijeron que no podían hacer nada más porque los tuits no habían violado ninguna disposición legal y habían venido de una organización, y no de un usuario individual, declaró Robinson al CPJ.
Según Robinson, ella ha enfrentado el saldo emocional de las peligrosas asignaciones a solas y del acoso digital. Como mínimo, expresó, su experiencia “les abrió los ojos a otras periodistas con la misma función, respecto a las posibles amenazas”.
En cuanto a la otra periodista canadiense que solicitó el anonimato, ella contó que, luego de ser manoseada mientras cubría la fase de eliminatorias del campeonato de la NHL en 2017, su Redacción había tomado en serio sus preocupaciones por su seguridad física. Ella —al igual que muchas otras que contestaron la encuesta— cree que los editores necesitan despertar urgentemente y ver los riesgos que enfrenta el personal de la Redacción.
“Lo mejor que podría suceder es instar a los editores a que vayan al terreno, aunque solamente sea para acompañar a un reportero por unos pocos turnos”, indicó la periodista. “Realmente creo que no se entiende lo que los reporteros hacen ahora”.
- Para más información sobre cómo los periodistas se pueden proteger mejor, visite el centro de recursos del Departamento de Respuesta ante Emergencias del CPJ.