La violencia letal contra los periodistas descendió en 2016 de los recientes niveles récord debido al declive en la cifra de periodistas asesinados. Un informe especial del CPJ elaborado por Elana Beiser y Elisabeth Witchel
Publicado el 19 de diciembre de 2016
La cifra de periodistas caídos en cumplimiento de su labor informativa en 2016 va camino a descender de los recientes niveles récord, pues una cantidad menor de periodistas fueron asesinados, constató en su análisis anual el Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ, por sus siglas en inglés). Las muertes en combate y en incidentes de fuego cruzado aumentaron a su mayor cifra desde 2013 a causa de la prolongación de conflictos en el Medio Oriente.
Al menos 48 periodistas murieron en relación con el ejercicio de la profesión entre el 1 de enero y el 15 de diciembre de 2016. El CPJ investiga los casos de por lo menos otros 27 periodistas caídos en el transcurso del año, para determinar si existe algún vínculo con el ejercicio periodístico.
Más de la mitad de los periodistas muertos en el año cayeron en combate o en incidentes de fuego cruzado, situación que se da por primera vez desde que el CPJ comenzara a llevar estadísticas al respecto. Los conflictos de Siria, Iraq, Yemen, Libia, Afganistán y Somalia les arrebataron la vida a 26 periodistas, quienes murieron mientras cubrían los enfrentamientos.
La tendencia histórica indica que aproximadamente dos tercios de los periodistas caídos han sido asesinados en represalia por su labor, de acuerdo con las detalladas estadísticas que el CPJ lleva desde 1992. Este año, 18 periodistas fueron blanco de asesinato selectivo, la cifra más baja desde 2002. La razón del declive no está clara, y pudiera deberse a una combinación de factores, entre ellos que los medios están asumiendo menos riesgos, el aumento en las campañas mundiales para concientizar sobre el combate a la impunidad, y el empleo de otros instrumentos para silenciar el periodismo crítico.
En general, Siria fue el país más letal para los periodistas por quinto año consecutivo. Por lo menos 14 periodistas cayeron en Siria en 2016, la misma cifra de 2015, con lo cual la cifra total de periodistas caídos en el ejercicio de la profesión desde el comienzo del conflicto sirio asciende a por lo menos 107. Entre los que murieron en los combates este año se encontraba Osama Jumaa, fotógrafo y videógrafo de 20 años de edad que informaba sobre las secuelas de un bombardeo en Aleppo para la agencia fotográfica internacional Images Live. Según la agencia fotográfica, el periodista viajaba en una ambulancia al lugar para ofrecer cobertura del rescate de civiles cuando el vehículo fue alcanzado por el fuego de artillería del gobierno sirio y él resultó herido; un paramédico auxiliaba al periodista cuando una segunda ronda de proyectiles impactó en la ambulancia y mataron a ambos hombres.
Iraq, también inmerso en un conflicto, se encuentra entre los tres países con las mayores cifras de periodistas muertos por cuarto año consecutivo, con seis casos de periodistas caídos en 2016. En Yemen, donde la cifra de periodistas caídos se ha incrementado a medida que los combates se han intensificado, seis periodistas también murieron este año, con lo cual el total asciende a 12 desde 2014. Uno de ellos fue Almigdad Mojalli, periodista freelance que colaboraba con la Voz de América, la red noticiosa humanitaria internacional IRIN, The Telegraph y otros medios. En enero, Mojalli cubría los efectos de los ataques aéreos liderados por Arabia Saudita en las afueras de la capital, Saná, cuando el periodista y sus acompañantes resultaron atrapados en un ataque aéreo. Una explosión le provocó la pérdida del conocimiento a otro periodista, Bahir al-Sharabi; cuando éste recuperó el conocimiento, encontró a Mojalli cerca de él con heridas graves. Al-Sharabi y otros subieron al colega a un auto y fueron en busca de asistencia médica, pero Mojalli murió antes de encontrar ayuda.
Los periodistas que cubren conflictos no solamente corren el riesgo de morir en combate, sino también de ser secuestrados o asesinados por el Estado Islámico y otros grupos radicales. El Estado Islámico es responsable de la desaparición de por lo menos 11 periodistas desde 2013. Se teme que estos periodistas están muertos, pero no aparecen en la lista del CPJ sobre casos de periodistas caídos porque no se ha podido confirmar la suerte que han corrido.
El exterminio de comunidades periodísticas por parte de grupos extremistas en los últimos años pudiera ser una de las posibles razones del declive de los asesinatos de periodistas en 2016. Por ejemplo, en Somalia, los asesinatos han tenido un efecto: tras años de violento amedrentamiento con escasa esperanza de justicia, los medios han quedado atemorizados, debilitados y diezmados. Durante dos años consecutivos Somalia ha encabezado el Índice de Impunidad Global del CPJ, que se enfoca en los países donde los periodistas mueren asesinados y sus asesinos siguen impunes. La cifra de periodistas asesinados cada año en Somalia ha caído de forma precipitada desde 2012, con dos asesinados en 2016.
Los datos del CPJ demuestran que el arraigo de la impunidad fomenta la autocensura, pues los periodistas huyen al exilio o se callan para evitar riesgos graves. En Pakistán –donde por lo menos 33 periodistas han caído asesinados en represalia por su labor informativa desde 1992 y muchos otros han sido amenazados y atacados— la organización independiente Fundación de la Prensa de Pakistán divulgó en noviembre un informe sobre la impunidad que declara: “Las amenazas y la violencia han obligado a muchos periodistas a abandonar estas zonas de peligro y renunciar a la profesión, o a recurrir a la autocensura, en particular en las zonas de conflicto”. En 2016, el CPJ no constató ningún caso de asesinato selectivo en Pakistán por el ejercicio del periodismo, por primera vez desde 2001.
En algunos países, se emplean instrumentos no violentos para acallar a los periodistas. En Rusia, donde 36 periodistas han caído asesinados en represalia por su labor informativa desde 1992, el CPJ no ha documentado un asesinato desde 2013. Los periodistas que podrían atreverse a informar sobre cuestiones sensibles como la corrupción y las violaciones de los derechos humanos, pese al enorme riesgo de sufrir represalias contra la integridad física, han visto cómo sus formas para informar han sido eliminados sistemáticamente mediante leyes, regulaciones, el cierre de medios y otras formas de acoso, entre ellas las amenazas de encarcelamiento.
Es posible que el costo político del asesinato, que solía ser pequeño, haya aumentado lo suficiente como para hacer que otras modalidades represivas sean más atractivas. En los últimos años, se ha incrementado la presión internacional orientada a promover la seguridad de los periodistas y enfrentar los elevados índices de impunidad por el asesinato de periodistas y se han aprobado resoluciones en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU y en la Asamblea General de la ONU. Este año, más de la mitad de los países contactados respondieron al mecanismo de la UNESCO para rendir cuentas por la impunidad, que solicita información sobre el estado de las investigaciones de los casos de periodistas muertos para el informe bienal sobre la seguridad de periodistas elaborado por este organismo de la ONU.
Si bien la impunidad persiste a niveles alarmantes, el CPJ ha constatado modestos aumentos en la cantidad de enjuiciamientos que han ocurrido en todo el mundo en los últimos años. Brasil, por ejemplo, en los últimos tres años ha condenado a los sospechosos de asesinar a seis periodistas, más que ningún otro país en el mismo período. El CPJ documentó un asesinato en Brasil en 2016, la cifra más baja desde 2010; el asesinato a disparos de otros dos periodistas continúa siendo investigado.
Entre los periodistas asesinados en el mundo este año se encuentra el periodista investigativo Pavel Sheremet, quien murió asesinado en Kiev, Ucrania, en julio cuando un artefacto explosivo detonó debajo del auto que conducía. Sheremet, periodista nativo de Bielorrusia que en 2010 fue despojado de su ciudadanía bielorrusa en represalia por su trabajo periodístico, había recibido en 1998 el Premio Internacional a la Libertad de Prensa del CPJ.
El periodista sirio Zaher al-Shurqat recibió un disparo en la cabeza por parte de un sujeto enmascarado en una calle de la sureña ciudad turca de Gaziantep en abril. El grupo radical Estado Islámico se adjudicó la autoría del asesinato, con lo cual Al-Shurqat se convirtió en el cuarto periodista sirio que el Estado Islámico afirma haber asesinado en Turquía desde octubre de 2015.
Además de los asesinatos y las muertes en combate o los incidentes de fuego cruzado, el CPJ emplea una tercera categoría para los periodistas muertos: los que mueren en coberturas peligrosas como por ejemplo la cobertura de la inestabilidad política. Este año, por lo menos tres periodistas murieron mientras realizaban coberturas riesgosas, dos de ellos en Pakistán. En agosto, Mehmood Khan, camarógrafo de DawnNews, y Shehzad Ahmed, camarógrafo de Aaj TV, se encontraban en el Hospital Civil de Quetta, donde una multitud lloraba el asesinato del presidente de la Asociación de Abogados de Beluchistán, cuando una bomba de gran potencia estalló y mató a por lo menos 70 personas, muchas de ellas abogados. Los grupos radicales de Pakistán reiteradamente han realizado ataques secundarios contra los dolientes y contra las personas que acuden rápidamente al escenario del primer ataque. Semejantes ataques secundarios suponen un riesgo especial para los periodistas, quienes con frecuencia informan sobre los funerales y los efectos de los atentados con explosivos.
Otras tendencias que se derivaron de las investigaciones del CPJ:
· Los grupos políticos, entre ellos las organizaciones de islamistas radicales, fueron responsables de más de la mitad de las muertes de periodistas este año.
· La cobertura de conflictos fue la fuente más peligrosa, y el 75 por ciento de las víctimas se dedicaba a ella.
· Los trabajos más peligrosos fueron los de fotógrafo y camarógrafo.
· El 20 por ciento de los periodistas caídos en 2016 eran periodistas freelance.
· En concordancia con las tendencias históricas, 9 de cada 10 periodistas caídos eran periodistas locales y no extranjeros.
El CPJ comenzó a recopilar datos detallados sobre todas las muertes de periodistas en 1992. El personal del CPJ de manera independiente investiga y verifica las circunstancias de cada muerte. El CPJ considera que un caso está vinculado con el ejercicio de la profesión únicamente cuando su personal tiene certeza razonable de que un periodista fue muerto en represalia directa por su labor periodística; fue muerto en un incidente de fuego cruzado relacionado con el combate; o fue muerto cuando realizaba una cobertura en un entorno hostil. Si los móviles de una muerte no están claros, pero existe la posibilidad de que un periodista haya muerto en relación con su labor periodística, el CPJ clasifica el caso como “pendiente de confirmación” y continúa las investigaciones. En México, por ejemplo, el CPJ investiga siete casos de periodistas asesinados en 2016 para determinar si la actividad periodística fue el móvil.
La lista del CPJ no incluye los casos de periodistas que murieron a causa de una enfermedad o en accidentes automovilísticos o aéreos –como el caso de los 20 periodistas que murieron en noviembre cuando un avión que transportaba a un equipo de fútbol brasileño se estrelló en Colombia–, a menos que el accidente haya sido provocado por actos hostiles. Otras organizaciones de prensa que emplean un criterio diferente al del CPJ divulgan una cifra diferente de muertes.
La lista de casos del CPJ sobre los periodistas muertos por su labor informativa en 2016 comprende la ficha del caso de cada víctima y análisis estadístico. El CPJ también mantiene una base de datos con los casos de todos los periodistas muertos desde 1992.
Elana Beiser es la directora editorial del CPJ. Elisabeth Witchel se desempeña como consultora del CPJ para la campaña contra la impunidad.