Por qué un trol trolea

“Sí… fui demasiado lejos”, dijo el sujeto, lo que según la mayoría de las versiones se quedaba corto.

Algunos de los comentarios de Twitter que este trol publicó en la Internet para referirse a una escritora y activista fueron los siguientes:

“Viola su bonito trasero”.

“Te voy a encontrar”.

“La policía no hará nada”.

El sujeto, quien solamente aceptó ser entrevistado si se usaba un seudónimo –lo llamaremos Jim–, explicó que no había comenzado con la intención de amenazar a nadie. A pesar de ello, es difícil imaginar un espacio público donde una persona podría concebir decir semejantes palabras sin pensar, y nada menos que a una extraña.

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Attacks on the Press book cover
Attacks on the Press book cover

Sin embargo, los comentarios de Jim son perturbadoramente representativos del troleo en la Internet, una práctica que se ha convertido en una seria preocupación para activistas y periodistas, en particular las mujeres.

Según la definición de trol, o más en específico, de trol cibernético, por lo general se trata de una persona que intencionalmente publica mensajes provocadores para causar discusiones o interrupciones. El término ha llegado a aplicarse de manera general a un conjunto de comportamientos virtuales, desde los que buscan llevarles la contraria a los demás, a otros que son criminalmente amenazadores. Los troles pueden seleccionar a personas específicas y pueden destacarse en una comunidad en la Internet, o funcionar como una turba que destruye a cualquiera cuyos puntos de vista, apariencia o actitud los troles desaprueben.

La intimidación virtual afecta directamente a casi la mitad de los internautas, según un estudio realizado en 2014 por el Centro de Investigaciones Pew (Pew Research Center), de Estados Unidos, el cual halló que el 40 % de los usuarios de Internet han experimentado en persona acoso virtual de leve a grave. Con mayor frecuencia los hombres son objeto de insultos en la Internet, según el estudio, pero las formas de abuso virtual dirigidas a las mujeres tienden a ser mucho más graves, como por ejemplo el acoso sexual y las amenazas de violencia. “Los tipos de amenazas que las mujeres reciben en la Internet se corresponden con las amenazas que enfrentan en el mundo real”, expresó la escritora y activista feminista Soraya Chemaly.

Esta clase particular de abuso cibernético se está convirtiendo en la práctica en un riesgo ocupacional para muchas periodistas. Sonali Samarasinghe, periodista de Sri Lanka, refiere que los comentarios negativos que ha recibido en la Internet típicamente no critican sus palabras, sino su condición de mujer. “Una persona escribió que yo no tenía útero”, recordó.

Samarasinghe no está sola. Un estudio de marzo de 2014 sobre la violencia y el acoso contra la mujer en los medios de comunicación, realizado por el Instituto Internacional para la Seguridad de la Prensa (International News Safety Institute, INSI) y la Fundación Internacional de Mujeres en los Medios (International Women’s Media Foundation, IWMF) halló que la cuarta parte de las amenazas y los actos de intimidación vinculados con la profesión y dirigidos a las periodistas sucedían en la Internet.

Aunque el impacto y la prevalencia del abuso y el troleo por Internet cada vez son mejor documentados y debatidos en foros públicos, se conoce menos sobre sus autores y los motivos que tienen. El anonimato y la fluidez de los medios sociales, y el hecho de que los troles vienen en muchas formas y tamaños, dificultan precisar un arquetipo. “Es realmente importante recordar que detrás de todo el abuso de los troles, ellos son seres humanos complejos igual que el resto de nosotros”, observó Claire Hardaker, lingüista de la Universidad de Lancaster que ha escrito extensamente sobre los troles. “Puede tratarse de mujeres de 20 años, hombres de 20, 30 o 60 años –madres, padres, con educación privada, o de cualquier condición social–”.

Pese a su afición por introducirse en cualquier conversación en la Internet, comunicarse directamente con troles para elaborar este artículo fue un reto. Muchas cuentas habían sido cerradas o suspendidas y varios troles no respondieron a solicitudes para entrevistarlos o se negaron a conceder entrevistas.

Mujeres afganas en un café de Internet de Kabul. El troleo en Internet se ha convertido en una seria preocupación para activistas y periodistas, en particular las mujeres. (Reuters/Mohammad Ismail)
Mujeres afganas en un café de Internet de Kabul. El troleo en Internet se ha convertido en una seria preocupación para activistas y periodistas, en particular las mujeres. (Reuters/Mohammad Ismail)

En entrevista telefónica, Jim afirmó que comenzó a tuitear cuando era un novato en las redes sociales que exploraba temas que marcaban tendencia en Twitter. “Por alguna razón estúpida decidí unirme”, dijo. Cuando los retuiteos y las respuestas comenzaron a llegar, él sintió una fuerte reafirmación personal y entonces inició lo que pronto se convertiría en una desagradable trayectoria. Su explicación de cómo eso sucedió no da cuenta plena de la brutalidad que siguió, pero sí ofrece una perspectiva sobre la atracción que ejerce el troleo.

Otro trol –aunque él desaprueba esa descripción– que se identifica en Twitter con la cuenta @SageCommander, también conocido como John Blackout, se llama a sí mismo una “molestia” no un trol. “Me gusta ‘trolear’ ciertas cuentas, especialmente cuando tuitean algo estúpido”, afirmó en una entrevista por Twitter. “Pero no me considero un trol. Mis tuiteos son quizás 20 % troleo”.

Blackout considera que sus comentarios en la Internet no constituyen acoso, sino un contrapeso necesario frente a opiniones y noticias que él cree que son incorrectos. “Puedo hacer que las personas se sientan incómodas cuando las confronto con sus propias posiciones”, escribió. Para él, es dialéctica sin fronteras. “Podría preguntarle a alguien que se considere partidario del aborto si estaría de acuerdo con abortar bebés de nueve meses con tal de que al menos parte de ellos todavía esté dentro de la madre. Eso no es trolear, es pedirles que analicen la valentía y los extremos de su posición”.

Para algunos, comentarios semejantes se acercan o equivalen a incitar al odio. Aunque las mujeres con frecuencia son víctimas de agresión en la Internet, algunos de los peores actos de troleo se centran en la raza.

Andrew Auernheimer, como se identifica él mismo, también conocido como @rabide, y a veces como Weev, se regocija en la oportunidad que le ofrecen los medios sociales y la blogosfera para pregonar sus causas a favor de la raza aria, entre ellas #WhiteGenocide (“#GenocidioBlanco”). “Nunca he acosado a nadie en las definiciones legales, pero para algunas personas las opiniones arias representan acoso”, señaló en entrevista telefónica. Aunque Auernheimer ahora se enfoca en quejas nacionalistas y racistas, explicó que su interés en el troleo se intensificó en 2014 con el surgimiento de #gamergate, una campaña de Internet contra varias mujeres del sector de los videojuegos que desembocó en una serie de graves actos de acoso virtual, inclusive amenazas de violencia y doxxing, la práctica de divulgar en la Internet información personal como por ejemplo la dirección particular.

Auernheimer estuvo preso durante más de tres años por ataques cibernéticos y fraude de identidad. En su cuenta él publicó el siguiente mensaje: “Lo que más extrañé en la prisión fue Twitter. En serio.”. Él refiere que Twitter le da un acceso que nunca tuvo en la refriega de la cultura pop. Antes de Twitter, “no había un solo medio que nos representara; la sociedad convencional nos rechazaba”. Él tiene más de 29,000 seguidores.

Auernheimer explicó que el troleo era un arma en su guerra contra “SJWs”, o Social Justice Warriors (“Guerreros por la Justicia Social”). Una de sus funciones más poderosas, sostuvo, es promover la “ventana de Overton” –una teoría política creada por Joseph Overton, analista estadounidense de política pública, para describir la amplitud de ideas que la sociedad aceptará. Auernheimer asegura que las cifras de internautas con ideas afines están aumentando. “¡Es un gran momento para ser un nacionalista blanco!”, afirmó.

En los últimos años se han realizado algunos esfuerzos por identificar los motivos sociales y psicológicos que sustentan el troleo. Según el estudio titulado “Trolls Just Want to Have Fun” (“Los troles simplemente quieren divertirse”), que examina los rasgos de la personalidad de los troles, sencillamente se trata de malas personas. El estudio, publicado en 2014 por los académicos de psicología canadienses Erin E. Buckels, Paul D. Trapnell y Delroy L. Paulhus, halló “una correlación positiva entre el troleo y el sadismo, la psicopatía y el maquiavelismo”, y que el sadismo mostraba las asociaciones más sólidas con el troleo. “El troleo cibernético parece ser una manifestación del sadismo común en la Internet”, concluyeron los autores.

Pero para otros es peligroso marginar a los troles y tratarlos de extremistas malévolos o de aberraciones sociales. “Se presta para una mitología, pero de hecho ellos son ‘normales’, y reflejan una dimensión de la naturaleza humana que es fea”, expresó Chemaly, quien escribe sobre cuestiones de género para The Huffington Post, The Guardian y otras publicaciones. Los troles con frecuencia se enfocan en las mujeres y “la misma palabra evoca un pequeño monstruo, pero estamos hablando de los misóginos que viven en la puerta vecina”, señaló.

El troleo se ha vuelto tan generalizado que una empresa de seguros del Reino Unido ofrece pólizas que incluyen cobertura de los gastos legales, la reubicación y otras acciones requeridas por la intimidación cibernética.

Whitney Phillips, autora del libro This Is Why We Can’t Have Nice Things: Mapping the Relationship between Online Trolling and Mainstream Culture (“Por esto no podemos tener cosas buenas: Haciendo un mapa de la relación entre el troleo por Internet y la cultura convencional”), argumenta que el troleo es una manifestación de problemas sociales más profundos, como por ejemplo el sexismo generalizado. “No se trata de la cuestión del ‘troleo’, en otras palabras, es evidencia de una enfermedad cultural”, expresó Phillips en un mensaje de correo electrónico. “Yo diría que las expresiones de sexismo cotidianas y más comunes son tan peligrosas como los ejemplos obvios y más extremos de la violencia misógina”.

Hardaker, la conferencista de lingüística de la Universidad de Lancaster, coincide, aunque por diferentes motivos, en que analizar a los troles desde un prisma más universal es el mejor enfoque para comprender su comportamiento. “Muy pocos de nosotros nos miramos en el espejo una mañana y decimos: ‘Hoy voy a atacar a un niño en la Internet y lo voy a hacer llorar, infligirse daño o incluso suicidarse’”, señaló. “En lugar de ello, es probable que ellos piensen en su comportamiento de otras maneras, más aceptables socialmente: están rectificando a personas equivocadas, están resistiendo la autoridad, están reparando una aparente injusticia, están siendo graciosos ante los amigos y así por el estilo”.

¿Y entonces cómo lidiar con el problema de los troles, que a veces amenaza con intensificarse y transformarse en violencia real? ¿Y en qué punto los ataques de troleo basados en el género realmente estimulan la clase de sexismo generalizado que Phillips evocó?

Unas pocas mujeres han confrontado con éxito a sus perseguidores cibernéticos, ya sea directamente o mediante un proceso judicial. En 2014, Lindy West, escritora y editora de Seattle, le escribió una carta abierta por Internet a uno de sus troles. Su ciberatacante había efectuado comentarios despectivos mientras se hacía pasar por el padre de West, quien había fallecido recientemente. De manera sorpresiva, el trol se disculpó por mensaje de correo electrónico. West describió el intercambio para el programa “This American Life” (“Esta Vida Estadounidense”) de National Public Radio, durante el cual los dos también hablaron por teléfono. El trol explicó que sus actos habían surgido al sentirse ofendido de ver a una mujer con mucha confianza en sí misma en un momento en que él se encontraba frustrado en lo profesional y recién se había separado de la novia.

“Creo que mi ira hacia ti se deriva de lo feliz que te sientes con tu propia persona”, escribió el trol en un mensaje de correo electrónico dirigido a West. “Me sentí ofendido porque sirvió para reforzar lo infeliz que me sentía conmigo mismo. Es lo más bajo que he hecho en toda la vida”.

La escritora y activista a favor de los derechos de la mujer Caroline Criado-Pérez, cuya campaña para colocar a Jane Austen en el billete de 10 libras esterlinas de Gran Bretaña le trajo como resultado una gran cantidad de amenazas virtuales de muerte y de violación, inició un proceso judicial contra dos de sus peores troles, entre ellas una mujer, Isabella Sorley. Los dos fueron encarcelados en enero de 2014 por hacer “amenazas extremas”. En una disculpa pública en la BBC, Sorley leyó algunos de sus tuiteos en voz alta. Algunos de ellos fueron “De lo que menos tienes que preocuparte es de que te violen” y “Mátate antes de que lo haga yo”. Ella describió su comportamiento como “totalmente deplorable”. “Es asqueroso, es venenoso”, sostuvo, y aunque lo atribuyó al alcoholismo, ella admitió que debían existir otras razones. “¿Estoy loca? Tengo que hacerme la pregunta”, expresó en la entrevista.

Sin embargo, la creencia popular es que “alimentar al trol” haciéndole caso o confrontándolo, típicamente conlleva a actos más agresivos y no al arrepentimiento de los troles. Jim indicó que él había aumentado la violencia de sus comentarios cuando su víctima comenzó a contestar y criticarlo, aunque no explicó por qué.

“Ellos quieren la atención. Si uno responde, ellos ganan”, es como lo ve Anthea Butler, profesora de la Universidad de Pensilvania. Butler aseveró que ella ha tenido que bloquear miles de cuentas debido a comentarios hostiles.

Los que trolean con frecuencia, dicen que toda persona que no esté contenta con lo que se diga, sencillamente pueden dejar la conversación. John Blackout indicó que, en su opinión, depende de cada usuario definir el límite de lo que tolerará. “Otras personas pueden decidir si siguen, marcan como favorito, retuitean, suspenden, bloquean y controlan su propia cronología”, señaló.

Para los periodistas, es más fácil decirlo que hacerlo, según Michelle Ferrier, periodista estadounidense y fundadora de TrollBusters, quien en otro ensayo de este libro describe su propia experiencia con lectores llenos de odio. “Si tu trabajo consiste en tener una presencia pública como periodista, es parte de tu trabajo no evitar los medios sociales”, expresó Ferrier. “Se espera que estés en la Internet cumpliendo muchas funciones. Y si se trata de un sitio de noticias digital independiente, ¿a quién vas a llamar para que te defienda?”. Ignorar las amenazas contra la integridad física puede ser riesgoso, observó la periodista. “No existe ningún espacio seguro en la Internet y las opciones están limitadas a simplemente bloquear a alguien o salir de la computadora”.

Y así continúa el troleo. Jim dice que piensa dejar de trolear, pero falta por ver si podrá resistir el impulso de hacerlo.

Elisabeth Witchel, consultora del CPJ, se desempeñó anteriormente como la coordinadora de asistencia a periodistas de la organización. También fue responsable del lanzamiento de la Campaña Global del CPJ contra la Impunidad.