John Otis/Corresponsal del CPJ para la región andina
Cuando el caricaturista editorial Xavier Bonilla, conocido por el nombre artístico de Bonil, fue citado a testificar ante el organismo gubernamental de fiscalización de los medios, se apareció con dos lápices gigantes de cartón. Uno de ellos, en vez de tener una pequeña goma de borrar en la punta, era goma de borrar casi en su totalidad.
Fue un objeto muy apto para la ocasión. En la audiencia de enero, a Bonil se le ordenó, en esencia, borrar una de sus caricaturas, en la cual criticaba al gobierno, y volverla a dibujar a satisfacción del organismo. La extraña decisión motivó que algunos críticos sugirieran cambiarle el nombre al país de Ecuador a “Borrador”.
“¿Cómo se puede rectificar una caricatura?”, se preguntó Bonil en una reciente entrevista con el CPJ en su residencia, al sur de Quito. “Es absurdo”.
Pero estos son tiempos absurdos para los periodistas ecuatorianos, quienes deben ejercer la profesión y atenerse a la Ley de Comunicación, normativa vigente desde hace un año donde abundan las frases ambiguas que les exigen a los periodistas ofrecer información exacta y equilibrada bajo pena de enfrentar sanciones civiles o penales.
Según lo previsto por la ley, un organismo fiscalizador estatal denominado la Superintendencia de Información y Comunicación (Supercom) monitorea el contenido de los medios. Fue la Supercom la que le ordenó a Bonil rectificar la caricatura y la que le impuso una multa de aproximadamente USD 95,000 a la empresa de Bonil, el diario de Guayaquil El Universo, por la impresión del dibujo.
Por su parte, el presidente Rafael Correa se ha convertido en el crítico en jefe de los medios de Ecuador, y ha demandado a periódicos y periodistas investigativos que han denunciado la corrupción en las esferas del gobierno. Correa constantemente insulta a los periodistas, entre ellos a Bonil, en sus intervenciones televisivas de los sábados.
“Él está enfermo”, afirmó Correa en alusión a Bonil en una intervención televisiva en febrero. “Vamos a luchar con todas nuestras fuerzas contra estos cobardes sicarios de tinta”. Correa aprovechó para invitar a sus 1.6 millones de seguidores en Twitter a mandarle insultos a Bonil, y unos 2,000 lo hicieron.
Bonil, de 50 años de edad, ha criticado a los políticos ecuatorianos desde la década de los 80, período en que se ha convertido en el más conocido caricaturista editorial de Ecuador. Bonil se ha desempeñado en los periódicos El Comercio y Hoy, la revista de noticias Vistazo, y desde 1995 ha dibujado como promedio siete caricaturas a la semana para El Universo.
Los gobernantes anteriores se han reído de sus burlas o no les han hecho caso. La excepción fue el presidente Lucio Gutiérrez, quien a principios de la pasada década expresó su ira ante la costumbre de Bonil de dibujarlo con una nariz de Pinocho. Gutiérrez, no obstante, pronto dejó de quejarse, en parte porque ello sencillamente concentraba más la atención en la cuestión de su honestidad.
Por el contrario, la campaña de Correa contra la prensa independiente ha sido implacable. En parte debido a la hostilidad gubernamental, la revista de periodismo investigativo Vanguardia se vio obligada a cerrar sus puertas el año pasado, mientras que el diario de Quito Hoy suspendió la publicación diaria de su edición impresa el 30 de junio.
Las caricaturas de Bonil no han dejado de criticar duramente al gobierno de Correa, pero el caricaturista admite que ha cambiado algunas de sus tácticas para evitar problemas. Por ejemplo, dice, ya no dibuja a Correa tanto como solía hacer. Y aunque elogia a El Universo por otorgarle completa libertad editorial, Bonil afirma que los editores a veces le han sugerido bajarle el tono a sus caricaturas.
“Soy como un pájaro que todavía tiene libertad para volar pero ahora siempre ando buscando señales de problema”, aseveró Bonil. “La atmósfera es mucho más densa”.
Otra manera como Bonil evita meterse en problemas es mezclar la ficción con los acontecimientos de la vida real, especialmente aquellos relacionados con procesos judiciales. Ello se debe a que el Artículo 25 de la Ley de Comunicación, la misma ley que se invocó en enero para sancionar a Bonil y a El Universo, les prohíbe a los periodistas ofrecer comentarios acerca de la inocencia o culpabilidad de los acusados en procesos o investigaciones judiciales en curso.
Cuando Bonil se enteró de un mayúsculo caso de corrupción en la empresa petrolera estatal, dibujó en su caricatura a un paciente en consulta con el sicólogo. Cuando el paciente dice que tuvo un sueño acerca de la corrupción gubernamental, el doctor le responde: “Eso no es un sueño. Es una pesadilla”.
“Antes yo hubiera abordado la cuestión directamente”, declaró Bonil. “Pero con la Ley de Comunicación debes andar con mucho cuidado. El problema ahora es que puede que los lectores no entiendan a lo que me refiero”.
La caricatura más famosa de Bonil fue la que desató la ira de la Supercom. La caricatura hacía alusión a un allanamiento, realizado el 26 de diciembre del 2013, en el cual agentes de la policía le confiscaron computadoras y documentos al periodista Fernando Villavicencio, quien es autor de varias investigaciones periodísticas acerca de la corrupción gubernamental y al mismo tiempo es asesor de un político opositor. El texto que acompañaba la caricatura decía: “Policía y Fiscalía allanan domicilio de Fernando Villavicencio y se llevan documentación de denuncias de corrupción”.
Correa insistió en que el allanamiento estaba relacionado con correos electrónicos en poder del periodista, los cuales según Correa habían sido obtenidos de manera ilegal. Villavicencio, por su parte, sostuvo que el allanamiento tenía como objetivo confiscar información guardada en sus computadoras que implicaban al gobierno en actos de corrupción. De esas declaraciones de Villavicencio se deriva el texto de la caricatura de Bonil.
Sin embargo, en rueda de prensa, Carlos Ochoa, titular de la Supercom, justificó las sanciones aplicadas al caricaturista con el argumento de que la afirmación que emitía era incorrecta y que la caricatura “estigmatiza” y “deslegitima” la acción de los funcionarios gubernamentales que realizaron el allanamiento.
“Aquí los medios tienen una actitud muy abusiva”, declaró al CPJ el mes pasado Virgilio Hernández, parlamentario de la gobernante Alianza PAIS, el partido de Correa. Inclusive si el periodista es un caricaturista editorial, añadió Hernández: “Si haces una acusación, tienes que sustentarla con los hechos”.
Bonil, con sus lápices gigantes a mano, y su abogado intentaron defender su argumento ante la Supercom. Tras una audiencia que solamente duró unos 15 minutos, la Supercom multó a El Universo y le concedió a Bonil 72 horas para dibujar una nueva caricatura.
Pero el caricaturista rió el último, con una nueva caricatura repleta de sarcasmo.
En ella, Bonil describía la llegada de funcionarios gubernamentales, con ramos de flores, al domicilio de Villavicencio, quien los invita a pasar con una sonrisa, al tiempo que dice: “¡Qué gusto! Los estaba esperando”. Villavicencio luego les insiste a los funcionarios que se lleven sus computadoras, porque tiene plena confianza en el gobierno de Correa.
Después, afirmó Bonil, “Correa estaba realmente molesto”.