Por Billie Sweeney/ Directora editorial del CPJ
Los viajes por el mundo de Edward Snowden han subrayado el abismo entre la postura política y las prácticas reales de distintos gobiernos en materia de libertad de expresión. Como es bien sabido ahora, las filtraciones del ex contratista del gobierno expusieron la vigilancia telefónica y digital generalizada que realiza la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, por sus siglas en inglés) de los Estados Unidos. Estas prácticas contradicen el intento de la administración de Obama de posicionar a Estados Unidos como líder mundial en libertad de Internet y sus reclamos a empresas de tecnología a resistir demandas extranjeras para censura y vigilancia.
Tras divulgar su papel como fuente de las filtraciones, Snowden abandonó Hawaii donde trabajaba para Booz Allen Hamilton y se dirigió a Hong Kong. Allí se desestimaron las solicitudes de extradición de Estados Unidos casi al mismo momento que The South China Morning Post citó a Snowden diciendo que la NSA estaba interceptando las redes de los proveedores de teléfonos móviles chinos. Las autoridades de Hong Kong operan bajo un modelo de país con dos sistemas, siendo China el país donde la prensa está sometida a una vigilancia generalizada y donde los periodistas de minorías étnicas son encarcelados si sus informes no se ajustan a las reglas oficiales de censura.
El próximo paso para Snowden fue viajar a Moscú. Las autoridades rusas, sin duda conscientes de las filtraciones de Snowden alegando que Estados Unidos había vigilado a Dmitry Medvedev durante la cumbre del G-20 en Londres en 2009, inicialmente afirmaron no tener jurisdicción sobre sus viajes. La vigilancia de periodistas no es desconocida para las autoridades rusas. El año pasado, un ex funcionario del Ministerio del Interior ruso se declaró culpable de orquestar la vigilancia que resultó en el asesinato de la periodista de investigación Anna Politkovskaya en 2006. Con los principales conspiradores del asesinato todavía libres, el caso de Politkóvskaya está lejos de ser resuelto, al igual que otros 14 casos de periodistas asesinados en Rusia en la última década, lo que constituye uno de los peores registros de impunidad en el mundo.
Snowden aparentemente está buscando exiliarse en Ecuador tras viajar por Venezuela, según informes de prensa. La posibilidad de filtraciones de información sensible sobre el gobierno es cada día menos probable en los dos países, que se han movido agresivamente para silenciar al periodismo independiente. Venezuela ha efectivamente erradicado los medios independientes a través de su sistema regulatorio politizado. El presidente de Ecuador, Rafael Correa, ha promovido el enjuiciamiento penal de sus críticos. Su gobierno fue más allá este mes, como informó John Otis, corresponsal del CPJ, con la aprobación de legislación que puede criminalizar labor informativa crítica y obliga a los medios a cubrir actividades estatales.
De vuelta en el Reino Unido, donde la historia comenzó cuando The Guardian reveló la primera filtración de Snowden, el público ha estado debatiendo un proyecto de una ley de vigilancia que los críticos han tildado despectivamente “La Carta de fisgones”. El proyecto ampliaría la capacidad del servicio de inteligencia para vigilar las comunicaciones digitales, pero la pregunta es cuánta importancia le da el gobierno de David Cameron al debate público. Entre las últimas revelaciones que han salido a través de Snowden y The Guardian: Durante 18 meses, la GCHQ, (la agencia de espionaje británica por sus siglas en inglés), ha interceptado secretamente grandes cantidades de datos contenidos en cable de fibra óptica.