John Otis/Corresponsal del CPJ en la región andina
El 25 de mayo, la prensa hondureña salió a la calle en Tegucigalpa y otras ciudades para rechazar el creciente nivel de violencia contra los integrantes de los medios de comunicación. Numerosos manifestantes vistieron casacas con colores amarillo y negro con las siguientes palabras: “No se mata la verdad matando a periodistas”.
Fue una extraordinaria muestra de solidaridad pero luego dio paso a un cuestionamiento: por qué demoraron tanto tiempo en reaccionar? Si bien el ritmo de ataques y asesinatos de periodistas escaló en forma dramática después del golpe de 2009 que derrocó a un ex presidente, la marcha del mes pasado fue la primera protesta nacional llevada a cabo por reporteros.
Debido a la violencia vinculada a la política y al narcotráfico así como también la impunidad generalizada, Honduras, un país de 7,5 millones de habitantes, es uno de los lugares más peligrosos para la prensa en la región, según muestra la investigación del CPJ. Al menos 14 periodistas han sido asesinados desde que el Presidente Porfirio Lobo asumió su mandato en enero de 2010. El fracaso sistemático de las autoridades hondureñas en la investigación de estos crímenes ha frustrado cualquier intento de resolver estos asesinatos, el CPJ afirmó en una carta enviada a Lobo en diciembre.
El clima es tan intimidante que los periodistas no se atreven a investigar en profundidad sobre temas sensibles como el narcotráfico y la corrupción gubernamental, según indicaron al CPJ. Muchos periodistas de medios gráficos ya no firman sus artículos. Tiempo, un diario de San Pedro Sula que critica en forma consistente al gobierno, ha cerrado su unidad de investigación por preocupaciones sobre seguridad. Algunos reporteros sostienen que la única forma segura de decir la verdad sobre Honduras es escribir una novela.
“Todos se sienten vulnerables”, señaló Mavis Cruz, directora del programa informativo Noticias a la Hora en Radio Libertad de San Pedro Sula. “Se han registrado tantos abusos contra periodistas y existe casi total impunidad”. Pero en lugar de unirse para enfrentar la crisis, los periodistas de Honduras están profundamente divididos y sospechan unos de otros.
Además de dañar el sistema democrático, el golpe de junio de 2009 que derrocó al ex presidente de izquierda Manuel Zelaya y fue apoyado por los militares, fracturó a la prensa nacional en dos bandos opuestos, según Juan Carlos Rodríguez, periodista de la sección de información general de Tiempo en San Pedro Sula.
Los periodistas que apoyaron el golpe o trabajan para medios que respaldaron el derrocamiento de Zelaya son acusados de ser golpistas, mientras que los que se oponen son calificados como parte de la llamada resistencia política.
Rodríguez afirma que cuando periodistas de la resistencia son atacados o asesinados, las noticias reciben escasa atención o comentarios en los medios que apoyaron al golpe, que incluyen a la mayor cadena de televisión, radio y de medios gráficos del país.
En contraste, el asesinato de Ángel Alfredo Villatoro, un conocido periodista de radio y amigo del Presidente Lobo, ha sido titular de los medios durante días. De hecho, fue el crimen de Villatoro, uno de los periodistas más prominentes del país, lo que produjo que la prensa hondureña dejara de lado sus diferencias y llevara adelante la protesta nacional del 25 de mayo, según indicó Karina Interiano, que conduce Noti6 TV, un programa informativo en el Canal 6 de San Pedro Sula. Periodistas en Tegucigalpa participaron de una marcha no tan numerosa en diciembre luego del asesinato de Luz Marina Paz Villalobos. Fueron golpeados y atacados con gases lacrimógenos por militares y la policía, según informes de prensa.
Honduras es uno de los países más violentos del mundo. Un informe de las Naciones Unidas de 2011 publicó que tiene la tasa de homicidios per cápita más alta del mundo, con 82,1 asesinatos por cada 100 mil habitantes.
Como el CPJ señaló en su Manual de Seguridad para Periodistas publicado este año, la solidaridad profesional es importante en situaciones en las que periodistas locales enfrentan riesgo sostenido. “Acaso el mejor paso que puedan dar los periodistas en tal situación es organizarse primeramente en las redacciones, luego con otros periodistas y organizaciones de prensa dentro de sus ciudades o regiones, y en última instancia, en todo el país”, según informó el manual. Grupos como la Fundación para la Libertad de Prensa de Colombia y la Asociación Brasileña de Periodismo de Investigación han jugado roles muy valiosos en limitar los ataques contra la prensa.
En Honduras, sumándose a la desconfianza mutua entre los periodistas, existe el temor de que sean espiados por sus colegas para pasar información a las fuerzas de seguridad. Estos periodistas/ informantes son conocidos en el país como “orejas”. El escenario es especialmente preocupante porque muchos periodistas creen que algunos de los ataques contra la prensa han ocurrido con la aprobación tácita o la complicidad de la policía y el ejército hondureños.
“Muchos periodistas son corruptos y reciben sobornos”, afirmó Cruz. Mientras hablaba en el restaurante de un hotel, de repente un reportero se acercó a la mesa, sin haber sido invitado, para saludarla. Luego, Cruz susurró que el periodista probablemente era un informante.
Estas tensiones aumentan las rivalidades regionales que han existido por mucho tiempo entre los periodistas en Tegucigalpa, la capital, y los que están radicados en San Pedro Sula, centro industrial del país y la ciudad más grande. Incluso dentro de los medios de comunicación a menudo hay una falta de solidaridad, periodistas locales indicaron al CPJ.
Rubén Escobar, editor de Tiempo de San Pedro Sula, afirmó al CPJ que sus supervisores no han organizado ninguna reunión para hablar de la situación de seguridad cada vez peor y no han proporcionado ninguna orientación o capacitación para ayudar a los periodistas a protegerse. “He tomado algunos cursos en materia de seguridad personal, pero lo hice yo sólo” señaló Escobar al CPJ.
Intentar reunir a periodistas rivales para que resuelvan sus diferencias es cada vez más difícil debido la violencia creciente. Escobar afirmó que los periodistas de San Pedro Sula pocas veces se reúnen después del trabajo para cenar o tomar algo, porque eso podría exponerlos a enfrentamientos a balazos entre miembros de pandillas o narcotraficantes. “Hoy en día”, señaló Escobar, “si quiero tomar una cerveza, la compro en el supermercado y la llevo a casa”.
[Informe desde San Pedro Sula, Honduras]