Aunque el comercio y los nuevos sistemas de comunicación nos convierten en ciudadanos globales, la información que necesitamos para asegurar responsabilidad suele detenerse en las fronteras nacionales. Nuevas plataformas como las redes sociales son herramientas valiosas, pero la lucha contra la censura aún no ha terminado. Por Joel Simon.
Las batallas más importantes de la Primavera Árabe se libraron en las calles, pero también se desató una lucha feroz por el control de la información. En Egipto, el gobierno desconectó el acceso a Internet, clausuró canales satelitales y orquestó ataques contra corresponsales extranjeros. Nada de esto funcionó. Los manifestantes pudieron mantener los canales de comunicación abiertos para ganarse la simpatía y el apoyo en favor de su causa, poner de manifiesto el historial de abusos y corrupción del gobierno egipcio, y asegurarse de que habría testigos para cualquier acto de violencia en su contra. La visibilidad global de las protestas aumentó el costo de la represión gubernamental a tal punto que la volvió insostenible.
Las nuevas plataformas de comunicación como Twitter y Facebook ayudaron a los periodistas y a otros ciudadanos a romper el bloqueo informativo impuesto por Hosni Mubarak, y fueron la fuente de un legítimo entusiasmo. Pero a pesar de las conquistas de la Primavera Árabe, la censura continúa sana y salva. De hecho, algunas de los sucesos más importantes de 2011 quizás hayan quedado con poca o ninguna cobertura periodística debido a un uso efectivo de la censura. Éstos incluyen los disturbios rurales en China; la lucha por el poder en Irán; la relación entre militantes, Al Qaeda y el servicio de inteligencia pakistaní; la inestabilidad política en Etiopía, y las sangrientas batallas entre carteles rivales del narcotráfico en México.
Los periodistas que cubren éstos y otros acontecimientos enfrentaron violencia y represión. En Pakistán, el periodista de investigación Saleem Shahzad fue secuestrado y asesinado en mayo luego de que revelara vinculaciones entre los servicios de inteligencia de su país y la red terrorista Al Qaeda. En Nuevo Laredo, México, narcotraficantes secuestraron, asesinaron y decapitaron a la periodista María Elizabeth Macías Castro después de que utilizara las redes sociales como táctica evasiva para sortear la censura impuesta por la violencia. En Addis Abeba, varios periodistas, incluyendo dos de origen sueco, fueron encarcelados tras ser acusados de terrorismo, en represalia por la cobertura informativa que realizaban sobre grupos separatistas y de oposición.
De hecho, la lección que gobiernos represivos y otros enemigos de la libertad de prensa tal vez aprendieron de la Primavera Árabe es que mantener un régimen de censura viable es aún más necesario en la era de la información. Después de todo, una vez que se pierde el control de la información resulta difícil conservar el poder. La capacidad del gobierno de Siria para controlar a los medios locales y mantener a los periodistas internacionales fuera del país le dio una enorme ventaja a la hora de sofocar las protestas. Las redes sociales hicieron imposible que se pudiese suprimir toda la información, pero las noticias que surgieron de Siria fueron fragmentadas y no penetraron en la conciencia global en la misma medida que lo derivado de los sucesos en Egipto.
De este modo, la batalla contra la censura continúa. La tecnología es un elemento fundamental en esta lucha, pero también deben emplearse nuevas e innovadoras estrategias políticas. Si bien los gobiernos represivos han buscado durante mucho tiempo controlar la información crítica, en la actualidad el costo de la censura es mucho mayor debido a la naturaleza globalizada de nuestra existencia. En China, por ejemplo, cuando las autoridades suprimen información sobre la seguridad alimentaria, no censuran solamente las noticias hacia dentro de sus fronteras. Como China exporta grandes cantidades de alimentos elaborados, sus líderes, en efecto, censuran noticias que interesan y preocupan a la población en todo el mundo.
Aunque el comercio y los nuevos sistemas de comunicación nos convierten en ciudadanos globales, la información que necesitamos para asegurar responsabilidad suele detenerse en las fronteras nacionales. Sin información adecuada, los ciudadanos globales se ven básicamente impotentes. “Cada vez que hay censura en algún lugar, existe censura en todas partes”, afirmó el presidente de la Universidad de Columbia, Lee C. Bollinger, en un evento realizado en marzo de 2011 para celebrar el 30º aniversario del CPJ.
En una democracia funcional, existen pocas restricciones para la prensa porque se necesita un debate público informado para garantizar rendición de cuentas. Por el contrario, todo sistema totalitario se basa en el control y la manipulación de la información, lo cual permite a los líderes gobernar sin supervisión. A nivel global, la situación actual se parece más a una sociedad totalitaria sin un marco legal que asegure la libre circulación informativa a través de las fronteras.
Los periodistas y otros que se dedican a recopilar información operan en un vacío legal. Aunque el derecho de las personas en todas partes a “investigar y recibir informaciones por cualquier medio de expresión y sin limitación de fronteras” está consagrado en el Artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y en otros instrumentos legales internacionales, la realidad es que existen pocos mecanismos legales efectivos para combatir la censura a nivel internacional.
¿Qué puede hacerse para combatir la censura en la era de la información? La clave es movilizar a los numerosos grupos que tienen algún interés en asegurar el libre flujo de la información–la sociedad civil y los grupos de apoyo, las empresas, los gobiernos y las organizaciones intergubernamentales–y formar una coalición global en contra de la censura.
Mientras que la capacidad para buscar y recibir información es un derecho humano individual, existe un interés colectivo en asegurar que la información fluya libremente. Después de todo, un ataque a un periodista egipcio, pakistaní, o mexicano inhibe la posibilidad de las personas de todo el mundo de recibir la información que ese periodista podría haber facilitado. Los grupos de activistas con una agenda global, en particular las organizaciones de derechos humanos y las organizaciones ambientales, tienen un poderoso interés en promover la libertad de prensa global, inclusive si no es parte de sus mandatos explícitos. Por ejemplo, combatir el calentamiento global va a depender en gran medida de las políticas de China que, debido a la censura oficial, se ven con frecuencia envueltas en un velo de secreto. Las organizaciones de derechos humanos como Human Rights Watch, entretanto, están contratando ex periodistas para que les proporcionen información de primera línea en tiempo real.
“Reconocemos la experiencia que los periodistas aportan a la documentación sobre derechos humanos, un conocimiento de los problemas, los países, y las instituciones; la capacidad para reunir información en forma ágil y un sentido de cómo narrar la noticia”, indicó Iain Levine, director de programas para Human Rights Watch. Los investigadores sobre derechos humanos están, de hecho, cubriendo la brecha que la prensa internacional ha dejado con el recorte de personal en las corresponsalías extranjeras.
Por muchas razones, la comunidad de negocios a nivel global tiene un interés claro en asegurar la libertad del flujo informativo. Con operaciones y cadenas de abastecimiento diseminadas en todo el mundo, es crucial tener una comprensión acabada sobre el descontento político, los desastres ambientales y otros movimientos a escala global. Esto no puede hacerse de modo efectivo cuando la información clave es censurada. Las empresas de servicios financieros que gestionan carteras de clientes a nivel global operan con las mismas consideraciones.
De manera más amplia, en una economía de la información, podría discutirse que la propia censura es una limitación sobre el comercio. Por ejemplo, la insistencia de China para que Google censurara los resultados de sus búsquedas socavó el modelo de negocios de la empresa. Y según observa Isaac Mao, empresario y bloguero chino, la censura china en Internet quizás esté comenzando a perturbar toda la red.
“China estableció su Gran Cortafuegos para el ingreso al mundo con el fin de bloquear el acceso libre a los sitios de Internet extranjeros”, comentó Mao. Pero la investigación reciente ha revelado un impacto global, incluyendo instancias en las cuales usuarios desde Chile a California fueron enviados a través de servidores dentro de China, y de este modo fueron atrapados dentro de la red de censura de ese país. “La gente que vive en la ciudad de Nueva York e intenta estudiar chino chocaría contra este cortafuegos cuando los sitios de Internet incluyen algunas palabras sensibles”, explicó Mao.
Un documento publicado por Google en su blog de políticas públicas a fines de 2010 instó a la comunidad internacional a “iniciar acciones para asegurarse el libre flujo de información en línea” y señaló que “el bloqueo directo por parte del gobierno de un sitio de Internet equivale a que un funcionario de la aduana impidiera que todos los productos de un país en particular cruzaran la frontera”.
Los expertos en temas comerciales afirman que sería muy difícil incorporar requisitos anti censura a los acuerdos comerciales ya existentes. Pero algunos vínculos pueden ya establecerse. En octubre de 2011, el embajador de Estados Unidos ante la Organización Mundial de Comercio le escribió a su par chino solicitándole información sobre las políticas de China referidas a Internet. Afirmó que “algunas empresas radicadas fuera de China han enfrentado desafíos al ofrecer sus servicios a clientes chinos cuando sus sitios se hallan bloqueados por el cortafuegos nacional de China”. En respuesta a eso, los chinos expresaron su disposición a entablar un diálogo con las empresas, pero puntualmente observaron: “Nos oponemos a usar libertad en Internet como excusa para interferir en los asuntos internos de otros países”.
La reacción china apunta a un reto significativo: la percepción internacional de que la libertad en Internet es un caballo de Troya usado por Estados Unidos para minar a sus adversarios políticos. En enero de 2010, la Secretaria de Estado, Hillary Rodham Clinton, habló en el Newseum de Washington y sentó las bases de una política del gobierno estadounidense para promover la libertad en Internet en todo el mundo. “Apoyamos una única Internet en la cual toda la humanidad pueda tener acceso igualitario al conocimiento y a las ideas”, afirmó Clinton.
El discurso–y la política–fueron bien recibidos por defensores de derechos humanos y libertad de expresión. Pero como sostuvo Evgeny Morozov en su reciente libro, The Net Delusion: The Dark Side of Internet Freedom (El engaño de la red: el lado oscuro de la libertad en Internet), el discurso de Clinton reafirma en la mente de muchos líderes globales la noción de que la libertad en Internet no es sino un instrumento de la política exterior estadounidense.
En un período en el cual las motivaciones estadounidenses generan amplia desconfianza, según indicó el periodista pakistaní Najam Sethi, es más probable que un enfoque multilateral sobre la libertad de prensa tenga un impacto positivo. Después del asesinato de Saleem Shahzad, por ejemplo, el almirante estadounidense Mike Mullen, presidente recientemente retirado del Estado Mayor Conjunto, comentó a periodistas en Washington que el gobierno pakistaní había “aprobado el asesinato”.
“En tiempos normales, habría sido algo bueno”, señaló Sethi sobre la condena de Estados Unidos. “Pero como se refirió a la situación de la seguridad nacional en Pakistán, confundió a la gente y jugó a favor del discurso nacionalista. Cada vez que Estados Unidos intenta ayudar no hace otra cosa que producir confusión en la mente del pueblo pakistaní”.
Por lo tanto, lo que se necesita es una coalición global amplia contra la censura que reúna a gobiernos, a la comunidad empresarial, a las organizaciones de la sociedad civil y a los medios. Estos grupos deben unirse en apoyo de la libertad de información, presionando a las organizaciones internacionales, incluyendo organismos intergubernamentales, como la Organización de Estados Americanos, el Consejo de Europa y las Naciones Unidas, para crear un marco legal que garantice, en la práctica, el respeto por la libertad de prensa y la libertad de información. Las organizaciones de derechos humanos y libertad de prensa deben buscar oportunidades para arbitrar sobre casos de libertad de prensa a nivel internacional con el fin de crear un conjunto de precedentes globales.
De hecho, el Artículo 13 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos prohíbe explícitamente la censura previa, una prohibición ratificada en una decisión del 2001 por la Corte Interamericana con sede en Costa Rica, que dictaminó que Chile había violado la convención al prohibir “La última tentación de Cristo”, la película de Martin Scorsese.
Catalina Botero, relatora especial de la OEA para la libertad de expresión, alega que las amenazas y los ataques violentos perpetrados por individuos constituyen una forma de “censura indirecta” y, por lo tanto, también violan el Artículo 13. Admitió, no obstante, que es más difícil plantear ese argumento en un contexto global. “La prohibición explícita sobre la censura en el Artículo 13 no existe en la Convención Europea de Derechos Humanos, ni en la Declaración Universal de Derechos Humanos”, afirmó Botero.
En el campo político, los líderes de organizaciones internacionales deben convertirse en francos defensores de la libertad de expresión, buscando aislar y presionar a los países que, de manera activa, inhiben el flujo informativo entre países. El rol de los relatores especiales dentro del sistema internacional debe también fortalecerse. Frank LaRue, relator especial de la ONU para la libertad de opinión y de expresión, dio a conocer en junio un informe que declaró el acceso a la información en Internet un derecho fundamental que los gobiernos deben solamente restringir en circunstancias sumamente limitadas. Pero el secretario general y otros líderes de la ONU, aun cuando apoyan ampliamente la libertad en Internet en sus comentarios públicos, no han adoptado las conclusiones de LaRue, ni han defendido su implementación.
Internet y las nuevas tecnologías de la información han convertido el proceso de recopilación y divulgación de noticias en algo sumamente difuso. Este nuevo sistema tiene algunas ventajas ampliamente reconocidas. Democratiza el proceso de recopilación de información, permitiendo que más gente con puntos de vista diferentes participe. Abre los medios no solamente a los “periodistas ciudadanos”, sino también a las organizaciones de la sociedad civil. El mero volumen de personas que participa en este proceso desafía los modelos autoritarios de censura que se sustentan en jerarquías de control.
Andy Carvin, el autodenominado “estratega de las redes sociales” en la Radio Pública Nacional (NPR, por sus siglas en inglés) que usó Twitter para informar sobre los revueltas árabes, afirma que “blogueros y periodistas ciudadanos” son actualmente parte de la combinación de medios que ocurre en el mundo árabe. Las autoridades sirias, aún cuando fueron capaces de mantener a los grandes medios fuera del país, no lograron suprimir por completo las noticias.
“Si la meta de ellos ha sido la de impedir que el mundo exterior se entere de lo que sucede, no creo que Siria haya tenido mucho éxito”, afirmó Carvin. “Aunque en ocasiones paralizan el acceso a Internet de modo tal que perdemos contacto por un período, al tiempo se restablece”.
Pero también existen considerables debilidades en este nuevo sistema. Reporteros independientes, blogueros y periodistas ciudadanos como los que informan sobre Siria trabajan con escasos recursos y con poco o ningún tipo de apoyo institucional. Son mucho más vulnerables a la represión gubernamental. Las nuevas tecnologías son un arma de doble filo y los gobiernos autocráticos están desarrollando de manera creciente sistemas para monitorear y controlar el discurso en Internet que resultan tan efectivos como difíciles de detectar.
Del mismo modo que los ciudadanos globales tienen un interés en asegurar que la información fluya libremente, las fuerzas poderosas–organizaciones criminales, grupos militantes, gobiernos represivos–tienen un enorme interés en controlar las noticias. La censura dentro de las fronteras nacionales interrumpe el flujo de información en todo el mundo. Una coalición global contra la censura requiere unirse detrás de una idea sencilla: la censura en cualquier parte afecta a la gente en todo el mundo. Puede y debe abolirse.
Joel Simon es director ejecutivo del Comité para la Protección de Periodistas. Encabezó la misión del CPJ a Pakistán en 2011.