Por John Otis/ Corresponsal en la región andina Américas
Para la mayoría de los diarios, informar para la sección de noticias sociales no es particularmente peligroso. Pero en el departamento norteño colombiano de Córdoba, que está bajo el asedio de bandas de narcotraficantes, incluso cubrir las fiestas de cumpleaños puede ser una tarea riesgosa.
Un ejemplo es el caso del fotoperiodista Edwin Solano, quien trabajaba para El Propio, un tabloide que circula entre las clases pobres y obreras en Montería, el capital de Córdoba. Solano cubría ceremonias de inauguración, asados y también reuniones sociales en las calles de los barrios pobres de la ciudad.
En ocasiones, y de casualidad, Solano también retrataba las fotos de mafiosos en las reuniones sociales de la zona. Estas fotos, podrían haber permitido que los mafiosos fueran identificados y así convertirlos en blanco de las bandas criminales rivales, según informó Erly Rojas, editor de El Propio. Solano recibió una amenaza de muerte en febrero de 2010. Renunció del periódico de inmediato y huyó Montería, indicó Rojas.
“Cuando estas personas aparecen en los diarios, otros criminales los identifican y los declaran como blanco”, según indicó Alex Pajaro, otro reportero de El Propio que recibió amenazas de muerte por fotografiar a mafiosos, en diálogo con el CPJ.
Las bandas criminales o “bacrim” son descendientes de las escuadrones de muerte de los paramilitares de derecha que luchaban contra la guerrilla marxista y traficaban cocaína. Los paramilitares se desmovilizaron a mediados de 2000. Sin embargo, mucho de los combatientes desmovilizados pasaron luego a formar parte de las bacrims, cuyas actividades han sido especialmente difíciles para la cobertura periodística.
Las bacrims ahora tienen cerca de 6 mil miembros en todo el país, según informa la Policía Nacional. Las bacrims, según la policía, representan en la actualidad una amenaza mayor a la seguridad que la propia guerrilla. En una demonstración de fuerza, una de las bacrims más grandes, conocida como Los Urabeños, declaró recientemente una huelga general de dos días que paralizó el comercio y el transporte en gran parte del norte de Colombia.
A diferencia de los paramilitares, las bacrims carecen de una agenda política y son extremadamente hostiles hacia la prensa, señaló Ginna Morelo, editora del diario El Meridiano de Montería, que también publica El Propio. Y porque no hay un comandante visible o un portavoz para estos grupos, resulta casi imposible realizar entrevistas o conseguir permiso para visitar las zonas bajo su control, indicó Morelo.
Morelo señaló que las bacrims han declarado que muchas regiones rurales de Córdoba son zonas prohibidas para los periodistas, y han advertido a taxistas que no los transporten a esas áreas. A veces Morelo viaja sin identificarse como periodista pero indicó que numerosas zonas del departamento no reciben ninguna cobertura.
“Hay muchas zonas prohibidas,” señaló. “Eso hace aún más difícil nuestro trabajo y genera mucha autocensura”.
Morelo agregó: “Muchos periodistas no van muy lejos en sus artículos. No se atreven a hacer periodismo de investigación”.
De hecho, aquellos que lo hacen a veces se enfrentan a amenazas y ataques. Clodomiro Castilla, editor y director de la revista El Pulso del Tiempo de Montería, quien escribió a menudo sobre los vínculos entre los políticos, terratenientes y bandas armadas ilegales, fue asesinado a tiros por un hombre armado no identificado en marzo de 2010.
Otro veterano periodista, Edgar Astudillo de la radio La Voz de Montería, recibió amenazas de muerte de las bacrims en 2010 y abandonó Montería hacía Bogotá. Actualmente está de regreso en Montería pero trabaja en un clima de miedo e intimidación.
Por ejemplo, alguien que afirmó pertenecer a Los Urabeños recientemente llamó por teléfono a la radio para hablar con Astudillo y le ordenó que leyera un comunicado del grupo criminal donde se anunciaban la huelga general de este mes. Astudillo se rehusó al principio, pero luego de varios llamados amenazantes, salió al aire y leyó partes del comunicado.
“En otras circunstancias, no hubiera leído el comunicado”, indicó Astudillo. “Pero me sentí presionado”.
Además, la prensa se ve sometida a otro tipo de presiones. Un reportero de Montería, que pidió mantenerse en el anonimato, señaló que con frecuencia es imposible informar sobre vínculos entre las bacrims y los políticos locales porque en general tienen estrechas relaciones con los anunciantes de Montería y con los dueños de los medios locales.
“La mordaza”, indicó el reportero, “viene de adentro”.