Por Sara Rafsky/ Investigadora asociada del programa de las Américas
Un mes después de que su colega Rodrigo Neto fuera baleado en la calle tras comer en una popular barraca de churrasco, los periodistas de Vale do Aço, en Brasil, permanecían indignados. Denunciando la lentitud de la investigación y la posibilidad de que la policía estuviera implicada en el asesinato de Neto, ellos se pusieron bandas negras en las muñecas como gesto de solidaridad, se vistieron con camisetas con su nombre y se lanzaron a las calles a exigir justicia. Seis días después, Walgney Assis Carvalho, un fotógrafo que aseguraba tener información acerca del crimen, recibió dos disparos en la espalda de parte de un sujeto enmascarado mientras se encontraba en un club de pesca. Los periodistas del Vale do Aço siguen indignados, pero ahora están atemorizados.
Los acontecimientos sucedidos en las últimas siete semanas en el estado de Minas Gerais, en la región sudeste del país, ilustran lo que ocurre en todo Brasil, un país que con mayor frecuencia es presentado por los medios internacionales como una rara historia de éxito, al mismo tiempo potencia económica en ascenso y democracia inclusiva. El asesinato de los dos periodistas, con indicios de participación de la policía, en un período de semanas, impacta a aquellos que ven a Brasil como un modelo para la región. Y sin embargo, el Índice de Impunidad del CPJ 2013, publicado hoy, arrojó que la violencia contra la prensa y la impunidad por estos crímenes ha aumentado significativamente en los últimos años en Brasil. Diez periodistas han sido asesinados desde 2010 y las autoridades no han logrado ninguna condena en ninguno de los casos. La gran mayoría de las víctimas informaban sobre la política o la corrupción, y vivían fuera de los centros urbanos del país.
Brasil cuenta con uno de los colectivos de periodismo investigativo más vibrantes y talentosos de las Américas. A diferencia de los comunicadores de otras zonas de la región, donde el crimen organizado ha aterrorizado y silenciado a la prensa local, los periodistas de Vale do Aço están abatidos pero no amedrentados. Como Breno Brandão, periodista y asesor político, manifestó a los reporteros: “Aquellos que imaginaron haber silenciado a Rodrigo Neto se van a dar cuenta de que, por el contrario, hicieron nacer dentro de cada uno de nosotros un Rodrigo más”.
Neto, 38, era un reportero aplicado y trabajador que había soñado con ser policía, según sus colegas del diario Jornal Vale do Aço, donde había comenzado a trabajar apenas una semana antes de su muerte, y en la radioemisora Rádio Vanguarda, donde desde hacía mucho presentaba el programa “Plantão Policial” (Turno Policial). Su enérgica cobertura informativa de casos de asesinato en los que la policía está sospechosa de participar, lo había convertido en blanco de amenazas con el paso de los años, expresó su amigo y colega Fernando Benedito Jr. En una entrevista con el Jornal Vale do Aço, Beatriz de Oliveira Faria, la viuda y madre de su hijo de seis años, lo describió como una persona que siempre estaba alerta y a menudo ansioso, y que se negaba a compartir detalles del trabajo con la familia por temor a ponerla en riesgo.
Decididos a que el asesinato de Neto no permaneciera sin resolverse como los crímenes que él investigaba, un grupo de periodistas de la región, encabezados por Anna Sylvia Rodrigues y Benedito, ambos del periódico Diário Popular, fundaron el Comité Rodrigo Neto. El comité fue formado para “demostrarle a la sociedad que la prensa está unida y que no nos vamos a desmovilizar hasta que no obtengamos una respuesta para este crimen. Nos estamos inspirando en el trabajo que el propio Rodrigo hacía: realizar investigaciones y recordar siempre, como forma de combatir la impunidad”, según indicó Rodrigues. El comité investiga el asesinato de Neto y, en paralelo, continúa el trabajo que él dejó al publicar semanalmente un artículo sobre los casos que él no pudo concluir.
El Comité Rodrigo Neto sigue los pasos del Proyecto Chauncey Bailey en Estados Unidos, y el Proyecto Manizales en Colombia, los cuales fueron fundados en circunstancias similares por reporteros que buscaban justicia para colegas asesinados. En el caso de Bailey, editor jefe de una publicación de Oakland, California, el movimiento de base presionó con éxito a las autoridades para que enjuiciaran y condenaran a los autores intelectuales del asesinato luego de una investigación inicial caracterizada por numerosas irregularidades. En Colombia, la publicación Semana encabezó una iniciativa colaborativa para investigar asesinatos y amenazas contra periodistas y continuar el trabajo que había motivado actos de represalia.
La necesidad de protegerse se ha intensificado para los periodistas de Vale do Aço desde el 14 de abril, cuando Carvalho se convirtió en el segundo periodista del diario Jornal Vale do Aço en ser asesinado en un período de cinco semanas. Un locuaz fotógrafo de Sucesos, Carvalho, de 43 años, disfrutaba en llegar más rápido que nadie a la escena de un delito y trabajaba de forma independiente tanto para la prensa como para la policía, según colegas. Carvalho no se andaba con rodeos en lo referente al asesinato de Neto: él les había estado diciendo a las personas que él sabía quién lo había cometido, según Durval Ângelo, congresista estatal y presidente de la Comisión de Derechos Humanos de la asamblea legislativa de Minas Gerais. “Así como Rodrigo”, Benedito escribió al CPJ en un correo electrónico, “él sabía demasiado”.
Tras semanas de giros y enredos propios de una película, un poco de temor e incertidumbre ha comenzado a calar en la mente de los periodistas de Vale do Aço. “Los periodistas están perplejos y temerosos sobre quién puede ser la próxima víctima, lo cual convierte a todos, indistintamente, en un blanco fijo en la mirilla de los asesinos”, el comité afirmó en una declaración. Un periodista local que solicitó el anonimato expresó al CPJ: “Esta región está muy desarrollada e industrializada como para tornarse así, como una escena del Lejano Oeste”. Benedito, al informar al CPJ del asesinato de Carvalho, sencillamente escribió: “Ya no sabemos más qué hacer”. Los titulares han destacado varias noticias alarmantes y a veces sin corroboración acerca de periodistas nombrados en listas de posibles víctimas de asesinato y amenazados por un poderoso escuadrón de exterminio de la policía estatal.
Figuras de los medios nacionales han comenzado a llegar al Vale do Aço. Sintiendo la presión, Cylton Brandão, jefe de la Policía Civil de Minas Gerais, anunció cambios en el comando de las fuerzas de seguridad y, si bien declaró que la policía todavía no podía confirmar la posibilidad de que los asesinatos de los dos periodistas estuvieran vinculados, reconoció que la policía podía estar implicada. En rueda de prensa, Brandão aseveró a los reporteros: “Los periodistas y la sociedad pueden tener la certeza de que daremos respuestas contundentes a estos casos. … Defendemos la libertad de prensa, defendemos el libre ejercicio de la profesión. La sociedad y, en particular, los cuerpos policiales, precisan contar siempre con la prensa libre y democrática”.
La semana pasada, las autoridades anunciaron que varios policías habían sido colocados en detención preventiva en conexión con uno de los casos más notorios que Rodrigo, y posteriormente el comité, habían investigado: la desaparición y asesinato de cuatro adolescentes en 2011. Si bien no se había esclarecido si los sospechosos tenían vínculos con los asesinatos de Neto y Carvalho, ni el carácter preciso de esos vínculos, los periodistas locales han interpretado la noticia como una señal de esperanza en el sentido de que la impunidad que ampara a los policías corruptos podría estar desapareciendo.
Sigue siendo debatible si se puede confiar en las autoridades locales para investigar con rigurosidad a sus propios miembros. Una periodista local que solicitó el anonimato, aseguró que solamente una investigación externa “podría revelar el misterio que existe hace años en la región de Vale do Aço”. Un proyecto de ley sometido a debate preliminar en el Congreso Nacional haría exactamente eso, y en la práctica les asignaría jurisdicción federal a todos los delitos cometidos contra periodistas. De ser adoptada la propuesta, Brasil seguiría los pasos de México, que hace apenas una semana logró un hito legislativo al aprobar la normativa legal que implementa una enmienda constitucional que convierte a todos los delitos contra la libertad de expresión en delito federal. En México, donde los gobiernos municipales y estatales a menudo son corruptos y están ligados al crimen organizado, la medida es vista como la única esperanza de una prensa bajo asedio.
Mientras tanto, el Comité Rodrigo Neto hace todo lo posible para asegurar que el caso no se convierta en un ejemplo más de la crisis de impunidad que impera en el país. Según Ângelo, al momento de la muerte de Neto, éste trabajaba en un libro sobre varios asesinatos en los que pudo haber complicidad policial, una obra que planeaba titular “Los crímenes perfectos”. Haciendo referencia a ese libro, el hermano de Neto, él mismo un policía, les aseveró a los reporteros tras el funeral del periodista: “No existe el crimen perfecto, existe un crimen mal solucionado”.