On March 18, 2003, our people endured one of the worst episodes in Cuba’s history. The peaceable political dissident community, human rights defenders, trade unionists, and independent journalists, along with representatives of the emergent and democratic civil society–74 men and one woman–were the victims of the most absolute, merciless, and cruel government power.
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Massive arrests took place: Our property was searched and seized, including technical and literary texts that were needed to do the job of circulating information. We were taken to political police detention centers in the capital and in provincial cities.
Next were the hellish political police interrogations in Villa Marista, state security headquarters. Later on came the summary trials without the slightest semblance of due process. Then we had the absurd judicial requests and the exaggerated sentences based on the alleged offenses. Finally, the convicted innocents were locked up in prisons, far from their home provinces. We were subjected to the worst possible living conditions: isolated in punishment cells, without lighting in the hallways, and kept under the highest possible security within the prison system.
And so began the martyrdom of the victims of the so-called Black Spring of 2003. Seventy-five Cuban freedom fighters began a period of their life that would be overrun with bitter experiences. Eventually, we would be declared political prisoners of conscience by Amnesty International.
On March 30, 2003, the wives of the 75 prisoners of conscience started their walks through the streets of Havana. Two months later, on May 22, they were baptized the “Ladies in White.” Since then, they have endured numerous humiliations, beatings, threats, detentions lasting hours or days, public harassment, and other cruel, inhumane, and degrading treatment orchestrated by the Cuban political police.
Sometime later came the prolonged hunger strike ending in the death of our brother in the fight, Orlando Zapata Tamayo, who demanded that the Cuban government grant immediate and unconditional release to all political prisoners. Guillermo Fariñas, with similar demands, would continue in this line of sacrifice and martyrdom begun on February 24, 2010.
Following our release, the Black Spring journalists, inside and outside of Cuba, have stayed active, organized, and practicing our profession. We are committed only to our duty to be faithful to the information we transmit and follow the dictates of conscience and those of our suffering homeland.
Despite the numerous efforts and resources employed by the authorities to neutralize us, it’s clear they won’t succeed. We will not allow them to wipe out independent journalism, so efficient a weapon to fight their campaigns of disinformation, aimed at deceiving the Cuban people and confusing international public opinion.
New generations of communicators, (independent journalists, bloggers, web editors) in growing numbers and with growing professionalism are growing into a sweeping wave. The Cuban government has failed in its repeated efforts to eliminate us. The methods they used in March 2003 will no longer apply because those using ideas to battle obscurantism and stagnation now number more than just a few dozen.
Today there are hundreds, and there will soon be thousands, boldly using pens and computers to clear away the fields of nettles, and forging a truth-lit path towards a luminous new dawn filled with songs of life.
(Translated by Karen Phillips)
Read an entry from Maseda Gutiérrez’s wife, Laura Pollán Toledo, who is a leader of the Ladies in White, a group that advocated for the release of their unjustly imprisoned spouses and loved ones. This entry is part of an ongoing series of first-person stories about prison hardships and new freedom.
Periodista cubano sobrevive “infierno” y emerge listo a luchar
Por Héctor Maseda
El 18 de marzo de 2003 constituyó una de las páginas más terribles en la historia de Cuba que, con devastadora fuerza, debió soportar nuestro pueblo. La disidencia política pacífica, los luchadores por el respeto a los derechos humanos, sindicalistas y periodistas independientes, así como representantes de la emergente y democrática sociedad civil fueron víctimas -74 hombres y una mujer- del más absoluto, despiadado y cruel poder gubernamental.
Se sucedieron los arrestos masivos: registros y ocupación de propiedades, libros técnicos y literarios, necesarios para el trabajo de divulgación. Fuimos conducidos a los centros de detención de la policía política ubicados en la capital y ciudades provinciales.
Como salidos del infierno, llegaron los interrogatorios político-policiales en Villa Marista, estado mayor operativo de la seguridad del estado. Más tarde llegarían los juicios sumarios sin el menor debido proceso. Luego se conocieron las absurdas peticiones fiscales y las condenas sobredimensionadas basadas en supuestos delitos. Por último, el encierro de los inocentes condenados en instituciones penitenciarias, distantes de sus provincias de residencia. Fuimos sometidos a las peores condiciones de vida: aislados en celdas de castigo, sin alumbrado en los cubículos o pasillos de acceso y sujetos al máximo rigor del régimen penitenciario.
Comenzaba así el martirologio de las víctimas de la conocida Primavera Negra de 2003. Setenta y cinco combatientes por la libertad de Cuba conocieron un nuevo período de vida saturado de amargas experiencias. Transcurrido un tiempo, seríamos declarados prisioneros políticos y de conciencia por Amnistía Internacional.
El 30 de marzo de 2003 las mujeres de los 75 presos de conciencia comenzaron a caminar por las calles de La Habana. Dos meses más tarde, el 22 de mayo, fueron conocidas y bautizadas como “Las Damas de Blanco”. Desde entonces, han sufrido múltiples humillaciones, golpizas, amenazas, detenciones, encierros por horas o días, mítines de repudio y otros tratos crueles, inhumanos y degradantes dirigidos por la policía política cubana.
Tiempo después llegó la prolongada huelga de hambre con desenlace fatal del hermano de lucha Orlando Zapata Tamayo quien exigió al gobierno cubano la libertad inmediata e incondicional libertad de todos los presos políticos. Guillermo Fariñas, con similares exigencias, continuaría esta línea de sacrificios y martirio iniciada el 24 de febrero de 2010.
Tras la liberación, los periodistas de La Primavera Negra, dentro o fuera de Cuba, nos mantenemos activos, organizados y ejerciendo nuestra labor. Estamos comprometidos solo con la obligación de ser fieles en la información transmitida y mantenernos en armonía con los dictados de nuestra conciencia y la patria que sufre.
A pesar de los numerosos esfuerzos y recursos empleados por las autoridades para neutralizarnos, lo cierto es que no lo lograron. No permitiremos que destruyan al periodismo independiente, un arma tan eficaz para golpear sus campañas desinformativas, dirigidas a engañar al pueblo cubano y confundir a la opinión publica internacional.
Nuevas generaciones de comunicadores (periodistas independientes, blogueros, editores de páginas en Internet) están surgiendo en ola arrolladora, cada vez en mayor número y elevada profesionalidad. El gobierno cubano ha fracasado en sus reiterados esfuerzos para eliminarnos. No resultará prudente aplicar la fórmula empleada en marzo de 2003 porque ya no somos unas pocas decenas en la batalla de ideas contra el oscurantismo y el inmovilismo.
Ahora somos cientos y en breve seremos miles los que abriremos impetuosamente caminos con la pluma o la computadora personal en ristre para eliminar los campos de ortigas y en su lugar, apoyados con la luz de la verdad, lograr un nuevo amanecer con cantos a la vida y un futuro luminoso.
Este artículo es parte de una serie de historias escritas en primera persona por periodistas cubanos que fueron arrestados en una redada masiva contra disidentes conocida como la Primavera Negra de 2003. Todos los reporteros y editores fueron condenados en juicios de un día de duración, acusados de actuar contra la “integridad y la soberanía del estado”, o de colaborar con medios extranjeros con el propósito de “desestabilizar el país”.